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respuestas y aclaraciones, de los PP. de Campos, frente las dudas que se
plantean en torno de la Administración Apostólica ofrecida por el Romano
Pontífice
INTRODUCCION:
"PADRES DE CAMPOS"
NUESTRA PEQUEÑA HISTORIA
DENTRO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA
La Iglesia Católica aquí
en la tierra es militante, porque
está siempre en combate contra los enemigos de Dios y de las almas, internos y
externos, pecados y herejías.
Acabando de salir de las persecuciones romanas de los tres
primeros siglos, la Iglesia tuvo que luchar contra las grandes herejías trinitarias y cristológicas
que aparecieron en su seno.
Inclusive en el apogeo de
la cristiandad medieval, época de
grandes santos, no faltaron grandes herejías, que exigirán intensa vigilancia
da parte de la Iglesia.
Como resultado de la
decadencia de las costumbres del Renacimiento,
decadencia moral que alcanzó a todos los niveles del universo cristiano, desde
el pueblo simple asta la más alta jerarquía, surgió el protestantismo - la pseudo-reforma - que hizo y aún hace
grandes estragos en el pueblo cristiano, con errores principalmente sobre el
sacerdocio, la Eucaristía y el sacrificio de la Misa. La verdadera reforma fue
hecha por la Iglesia con el Concilio de Trento y el celo dos santos, tales como
San Ignacio y la Compañía de Jesús, San Carlos Borromeo y la fundación de los
seminarios, San Pío V y la codificación de la Liturgia.
Al final del siglo XVIII,
vino la Revolución Francesa con la
proclamación de los derechos del hombre independerte de los derechos de Dios,
con el laicismo de los Estados y las libertades modernas, con fuerte
persecución a la Iglesia.
En consecuencia, en el
siglo XIX, predominó el liberalismo,
condenado por el Magisterio de la Iglesia.
Al comienzo del siglo XX,
el modernismo en la Iglesia,
colector de todas las herejías, fue condenado por San Pío X. En el campo social
surgía el comunismo, fruto de la filosofía marxista, destructor de la sociedad
cristiana y gran perseguidor de la Iglesia.
Dos guerras mundiales
servirán para mayor laicización y descristianización de la sociedad.
Y muchos errores, ya
condenados por la Iglesia, comenzaron a reintroducirse en las filas católicas.
El Santo Padre Pío XII renovó la condena de esos errores, en varias encíclicas,
especialmente la "Humani Generis" y, en el campo litúrgico, la "Mediator
Dei" (1947).
En 1948, fue nombrado
obispo de Campos Dom Antonio de
Castro Mayer, profesor, doctor en Teología, formado por la Universidad
Gregoriana de Roma, muy fiel al Magisterio de la Iglesia. Dom Antonio, a través
de sus sermones, artículos y sobre todo brillantes Cartas Pastorales, alertaba
continuamente a sus sacerdotes y diocesanos contra los errores actuales, ya
condenados por la Iglesia, que se infiltraban por toda parte. Y en ese espíritu
de fidelidad a la Iglesia Dom Antonio formaba a sus sacerdotes.
Habiendo participado en
el Concilio Vaticano II, de
1962 a 1965, Dom Antonio procuró dar a los sacerdotes y fieles la legítima
interpretación del "aggiornamento" deseado por el Papa Juan XXIII,
advirtiendo contra los que, aprovechándose del Concilio, procuraban hacer
revivir en la Iglesia el modernismo y su conjunto de herejías, caracterizando
lo que fue denunciado por el Papa Pablo VI como la "autodemolición de la Iglesia".
Después del Concilio, gran crisis, sin precedentes, se
instaló en la Iglesia, con apostasías en gran escala de padres y religiosas,
desacralización de la liturgia, laicización del clero, disminución de
vocaciones, mundanización de los seminarios, ecumenismo irenista, sincretismo
religioso, etc. Como dice el Papa Juan Pablo II: "... fueron esparcidas a
manos llenas ideas contrarias a la verdad revelada y siempre enseñada; se
propagaron verdaderas herejías en los campos dogmático y moral... también la
Liturgia fue violada" (Discurso en el Congreso de las Misiones, 6/2/1981).
En medio de la crisis
general, Dom Antonio procuró preservar su Diócesis en la verdadera doctrina
católica, formando sacerdotes y orientando a los fieles.
Después del Concilio
fueron introducidas algunas alteraciones en la Liturgia de la Misa, que Dom Antonio aceitou docilmente y adoptó en
la Diócesis. Pero algunos síntomas de que la reforma litúrgica no caminaba bien
causaban insatisfacción. El Cardenal Antonelli, miembro de la Comisión
Pontificia para la Reforma Litúrgica, confiesa que la reforma estaba siendo
hecha por "personas... avanzadas en las trillas de las novedades..., sin
ningún amor y ninguna veneración por aquello que nos fue transmitido" (Il
Card. Ferdinando Antonelli e gli sviluppi della riforma liturgica dal 1948 al
1970 - Studia Anselmiana - Roma).
En 1969, vino el Novus Ordo Missae del Papa Pablo VI, que no dejo de causar perplejidades
en muchos católicos, inclusive en personalidades importantes, como algunos
cardenales de la Curia Romana.
Con perplejidades semejantes, Dom Antonio
escribió al Papa Pablo VI, exponiendo su dificultad de conciencia de aceptar la
nueva Misa. Este es un trecho de su carta: "Habiendo examinado atentamente
el 'Novus Ordo Missae',...después de rezar mucho y reflexionar, juzgue de mi
deber, como sacerdote y como obispo, presentar a Vuestra Santidad, mi angustia
de conciencia, y formular, con la piedad y confianza filiales que debo al
Vicario de Jesucristo, una súplica... Cumplo, así, un imperioso deber de
conciencia, suplicando, humilde y respetuosamente,
a Vuestra Santidad, se digne... autorizarnos a continuar en el uso del 'Ordo
Missae' de San Pío V, cuya eficacia en la dilatación de la Santa
Iglesia y en el fervor de sacerdotes y fiéis, es recordada, con tanta unción,
por Vuestra Santidad" (Carta de 12 de septiembre de 1969).
De ese modo, aunque Dom
Antonio no abrigase a nadie - y hubo sacerdotes que adoptaron la misa nueva -
se conservó, oficialmente en la Diócesis de Campos, en la gran mayoría de las
parroquias, la Misa tradicional, llamada de San Pío V, y toda la orientación
tradicional del apostolado.
En 1981, Dom Antonio fue
substituido en la sede episcopal de Campos. Los obispos que lo sucedieron no
eran de la misma orientación. Habiedo sido removidos de las parroquias,
seguidos por millares de fieles que deseaban la Misa y la orientación
tradicional de la Iglesia, los "padres
de Campos" se vieron en la necesidad
de atender a los fieles que los procuraban, y continuaron, en nuevas Iglesias y
capillas, administrándoles los sacramentos. Fue creada, así, la Unión
Sacerdotal San Juan María Vianney. Y, sin ninguna intención de hacer cualquier
cisma en la Iglesia, solicitaron a los Obispos de la Fraternidad San Pío X que
consagrasen a uno de sus sacerdotes, Dom Licínio Rangel, para atender a los
fieles de la línea tradicional. Obispo sin jurisdicción, sólo con el poder de
Orden, sin intención de hacer una diócesis paralela (1991). Es claro que esa
situación de emergencia no podría durar indefinidamente. Todos ansiaban que
todo volviese a lo normal.
En el Jubileo del año
2000, los "padres de Campos" participaron de la peregrinación del Año
Santo en Roma, junto con la Fraternidad San Pío X.
A partir de entonces, el
Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, con
la aprobación y la bendición del Santo Padre el Papa Juan Pablo II, comenzó las
conversaciones en vista de una
regularización jurídica de la situación de los así llamados padres y fieles de
la Tradición.
Habiendo los padres de la
Unión Sacerdotal San Juan María Vianney escrito una carta al Santo Padre
pidiendo que fuesen "aceptados y reconocidos como católicos", el Papa
les respondió acogiéndolos benévolamente, erigiendo, el día 18 de enero de
2002, la Administración Apostólica
Personal San Juan María Vianney, con Obispo propio y sacerdotes, con jurisdicción personal sobre los
fieles, con el derecho de tener la Misa Tradicional como rito propio
(consiguiendo, por tanto, la realización oficial del pedido de Dom Antonio de
Castro Mayer), suspendiendo todas las censuras y penas en las cuales
eventualmente pudiesen haber incurrido, regularizando
de esa manera su situación jurídica dentro de la Iglesia Católica,
reconociendo canónicamente su pertenencia a ella y respetando su realidad
eclesial y sus características peculiares.
1) ¿Hubo un acuerdo con la Santa Sede?
Si consideramos el aspecto jurídico, en
cuanto aquello que nos fue concedido, podemos decir que hubo una concesión
jurídica por parte de la Santa Sede.
Pero, considerando en sí las tratativas y
conversaciones, no hubo propiamente un acuerdo, sino un entendimiento.
A pesar de haber sido usada la palabra
"acuerdo" en las tratativas anteriores con la Santa Sede, la
consideramos menos apropiada a la presente circunstancia. Primero, porque no se
hace acuerdo con un superior, mucho menos con el Papa: a él se debe acatamiento
y obediencia, en las normas de la Iglesia. Segundo, porque "acuerdo"
supone concesiones y ganancias, lo que realmente no hubo.
La palabra que mejor expresa lo que hubo
es "entendimiento".
En verdad, éramos conocidos por nuestra
parte negativa y caricaturesca: los "padres de Campos",
"tradicionalistas", eran aquellos que no aceptaban absolutamente al
Papa y no reconocían ni al Concilio Vaticano II ni la validez del Novus Ordo
Missae, la Misa de Pablo VI. Por eso, fue necesario exponer nuestra verdadera
posición, que, una vez "entendida" como ella es, permitió nuestra
aprobación y reconocimiento como católicos, en perfecta comunión con la Santa
Iglesia. Hubo, pues, un "entendimiento" y, con él, una regularización
jurídica.
2) ¿Pero qué fue lo que los llevó a buscar esa unión con
la Santa Sede?
Así respondió Mons. Licinio Rangel a la
revista internacional "30 Días": "Fue nuestro amor a Roma y al
Papa, nuestro sentido católico, fruto de la formación que recibimos de Mons.
Antonio de Castro Mayer, que nos llevó a desear siempre la unión con la
Jerarquía de la Santa Iglesia. Siempre tuvimos conciencia de que nuestra
posición de resistencia pro Tradición, y consecuente situación de excepción,
debería ser circunstancial, temporal y restringida a temas precisos,
originarios de puntos agudos de la crisis, resistencia justificada por el
estado de necesidad de las almas, sin ninguna intención de cisma. Prueba de eso
es que, después de la muerte de Mons. Antonio de Castro Mayer, hace diez años
cuando recibí el episcopado, de emergencia y de suplencia para los fieles de la
línea tradicional, declaré que esperaba que las circunstancias habrían de
cambiar y entones entregaría al Papa mi episcopado para que él dispusiese como
deseara. Nada, por tanto, de ruptura con la Iglesia. Así siempre ansiamos una
regularización y reconocimiento. La oportunidad apareció después de nuestra
peregrinación a Roma por el Jubileo del año 2000, cuando el Santo Padre nombró
al Cardenal Darío Castrillón Hoyos para, en su nombre, iniciar las
conversaciones con miras de nuestra regularización. Las conversaciones
acontecieron durante todo el año 2001 y, gracias a Dios, llegaron a un buen
termino, con nuestro pleno reconocimiento canónico en el seno de la Santa
Iglesia".
3) ¿Por qué había necesidad de un reconocimiento?
Porque el católico debe estar unido a la
Jerarquía de la Iglesia. Además, es un dogma de Fe católica: "Declaramos,
decimos y definimos ser totalmente necesario para la salvación que todos los
hombres se sometan al Romano Pontífice" (Bonifacio VIII, Bula Unam
Sanctam, Dz-Sh 875).
Y el Magisterio de la Iglesia (León XIII
- encíclica Satis Cognitum) nos enseña que la unidad de régimen o de gobierno
es tan necesaria cuanto la unidad de Fe.
Por tanto, estar separado de la
Jerarquía, mismo materialmente hablando, y mismo por una cuestión de necesidad,
es algo anormal, temporal, que precisa terminar.
Así era el pensamiento de Mons. Marcel
Lefebvre, cuando, en las conversaciones trabadas con la Santa Sede en 1988,
escribía al Cardenal Ratzinger:
"Habiendo podido acompañar los
trabajos de la Comisión encargada de preparar una solución aceptable para el
problema que nos preocupa, parece que, con la gracia de Dios, nos encaminamos
para un acuerdo, del que quedamos muy felices" (carta de 15/4/1988 - cf.
Fideliter - le dossier complet).
Por tanto, sentirse satisfecho con la
separación, quedar contento y tranquilo con la anormalidad, no quedar
preocupado con el problema, no querer de modo alguno llegar a un entendimiento,
rechazar a priori toda tentativa de acuerdo, no es un buen espíritu ni un
sentimiento católico, del cual nos da ejemplo Mons. Marcel Lefebvre.
4) ¿Pero había algún peligro de cisma en ese estado de
separación?
Sí, realmente había y hay. Fue lo que los
padres de la Unión Sacerdotal de Campos, con Mons. Licínio, después mucha
reflexión, el 5 de junio de 2001, escribieron oficialmente a Mons. Bernard
Fellay, presentándole 28 serias razones sobre la necesidad del reconocimiento,
alertándolo del peligro de continuarse en ese estado anormal de separación:
"Considerando... que la situación actual de separación de los católicos de
la Tradición con relación a la
Jerarquía, provocada por la crisis de la Iglesia, además de anormal,
debe ser ocasional y temporal, por tanto exigiendo de nosotros un anhelo por la
regularización y unión, y no un contento con la situación; que los efectos negativos de esa separación
anormal ya se hacen sentir en los medios tradicionalistas, provocando un
espíritu de crítica generalizado y sistemático, un espíritu de independencia,
satisfacción con la anormalidad de la situación y un sentimiento de detención
personal de la exclusividad de la verdad; el peligro de que esa separación, con
el pasar del tiempo, aunque no signifique una adhesión a ningún cisma teórico,
pueda llevar a un espíritu de cisma, dada la ausencia de unidad de
régimen...". (Infelizmente, esta carta no obtuvo respuesta).
Los
ejemplos que conocemos de ese espíritu en los medios tradicionalistas nos ha llevado a reflexionar sobre el peligro
de esa separación habitual y sistemática: los radicales acaban tornándose
sedevacantistas, cismáticos o hasta apostatas.
Santo
Tomás de Aquino dice: "Son llamados cismáticos aquellos que se niegan a someterse
al Sumo Pontífice y aquellos que se niegan a vivir en comunión con los miembros
de la Iglesia, a él sujetos" (2a-2ae, q. 39, art. 1).
El
célebre teólogo español Francisco Suárez enseña que hay varios modos de hacerse
cismático: "sin negar que el Papa es el jefe de la Iglesia, lo que ya
sería herejía, se actúa como si él no lo fuese: es el modo más
frecuente..." (De Charitate, disp. 12, sect. I, n.2, t. XII, p. 733,
in Opera Omnia).
Y, como escribió el P. Ugo Carandino,
ex-prior de Rimini, de la Fraternidad San Pío X, respondiendo porqué la
Fraternidad procuraba la reconciliación con Roma: "... Una ayuda para
responder a esta cuestión viene del P. Michel Simoulin (superior del Distrito
de Italia, de la Fraternidad San Pío X), que en los últimos meses muchas veces
ha dicho y escrito que un acuerdo con Juan Pablo II se hace necesario para
evitar que la Fraternidad se torne una Iglesia cismática separada de Roma, una
"petite église", una pequeña Iglesia".
5) Pero nunca tuvimos la intención de ser cismáticos.
Estamos advirtiendo contra el espíritu
cismático.
Además, el Diccionario de Teología
Católica (verbete shisme col. 1303) da tres especies de cisma: el directo,
cuando la voluntad se dirige a la recusa formal de la unidad; o indirecto,
cuando la voluntad se dirige, no al rechazo de la comunión, sino a algo que
envuelve la ruptura de comunión; y en fin, el cisma contra la voluntad, menos
imaginario del que se piensa, cuando alguien no se quiere separar de la unidad
pero hace cosas tales o de tal manera y que se obstina en hacerlas de tal modo
que la ruptura de la unidad se sigue fatalmente; caso típico es el de
Döllinger, que siempre protestó su voluntad de permanecer en la unidad, y jamás
quiso aceptar la etiqueta de "viejo católico", y entretanto fue
cismático, como su pequeña Iglesia de los "viejos católicos".
6) ¿Pero dónde estaba realmente la irregularidad de la
situación?
La principal irregularidad estaba en la
Consagración de un Obispo, y su conservación, contra la voluntad del Papa. Por
tanto, en la primera oportunidad posible, era preciso salir de esa situación
irregular, pues había grave peligro de pasarse de un estado de mera separación
para un cisma real.
Como dice el Papa Pío XII, en la
Encíclica "Ad Apostolorum Principis": "Ninguna autoridad que no
sea la del Pastor Supremo... ninguna persona o asamblea de padres o de laicos,
puede arrogarse el derecho de nombrar Obispos. Nadie puede conferir
legítimamente la Consagración episcopal sin la certeza del mandato pontificio.
Una Consagración así conferida contra el derecho divino y humano y que es un
gravísimo atentado a la unidad misma de la Iglesia es castigada con una
excomunión..."
Además, con el pasar del tiempo, comienzan a aparecer casos en que es
necesario el "poder de las llaves", que un Obispo sin jurisdicción no
tiene, por ejemplo, la declaración de nulidad de matrimonios, la secularización
de diáconos, la dispensa de votos públicos, etc. Arrogarse tales poderes
configuraría una substitución de la Jerarquía, formando una Iglesia paralela,
lo que realmente sería un cisma.
7) ¿Pero ustedes no temen al futuro?
Así, Mons. Licínio y los padres de Campos
escribieron a Mons. Fellay en la carta citada del 21 de junio de 2001, como una
de las 28 razones para aceptarse la propuesta de la Santa Sede: "que no se puede recusar una
determinación de Roma, en el caso de una legalización jurídica, insertándonos
en la unidad jerárquica, apenas por miedo al futuro o por estrategia..."
8) ¿Pero no
basta que estemos unidos a la Iglesia por la Fe y por la sana doctrina?
No, porque a Iglesia Católica no es una
sociedad espiritual invisible, una reunión de fieles que tienen la verdadera
Fe. Eso sería un concepto protestante de Iglesia, condenado por el Magisterio
de la Iglesia (cf. Hervé, Manuale Theologiae Dogmaticae, de Ecclesia Christi,
n. 332). La Teología Católica enseña que la Iglesia es visible en cuanto
sociedad jerárquica, con unidad de Fe y de Gobierno.
"La visibilidad de la Iglesia
consiste en su organización externa, manifiesta a todas las miradas;
organización a la cual deben pertenecer todos los fieles por el vínculo visible
de la misma fe, externamente profesada, por el vínculo de la misma obediencia
común a una autoridad visible y por el vínculo de la participación de los
mismos sacramentos instituidos por Cristo es el elemento visible de la
Iglesia" (Diccionario de Teología Católica - D.T.C., v. Église. Col 2144).
Es lo que enseña Papa Pío XII:
"Están, pues, en error peligroso aquellos que juzgan poder unirse a Cristo
Cabeza de la Iglesia, sin adherir fielmente a su Vicario en la tierra.
Suprimida la Cabeza visible y quebrados los vínculos visibles de la unidad,
obscurecen y deforman de tal manera el Cuerpo místico del Redentor, que no
puede ser visto ni encontrado por cuantos demandan el puerto de la eterna
salvación" (Encíclica Mystici Corporis, n. 36).
El Concilio Vaticano I definió que el
Papa es el "perpetuo principio y fundamento visible de la unidad de la
Iglesia" (Denz-Scho 3051), anatematizando a quien dijese que San Pedro no
tendría perpetuos sucesores en el primado sobre toda la Iglesia (Denz-Sho
3058). Repitiendo siempre esa doctrina, Mons. Antonio de Castro Mayer enseñaba:
"El Papa es el jefe de la Iglesia y, como tal, la señal y la causa de la
unidad visible de la sociedad sobrenatural, internamente dirigida y vivificada
por el Espíritu Santo"(Instrucción Pastoral sobre la Iglesia, 2/3/1965,
cap. II).
9) ¿Pero no
dijimos siempre que estábamos unidos al
Papa?
Sí; por eso, por una cuestión de lógica,
era preciso poner en práctica lo que se admitía en la teoría. Era preciso
adoptar en las acciones lo que defendíamos en los principios. Si no, se
comenzaba a verificar un sedevacantismo práctico, un cisma práctico, quiere
decir, que aunque se diga que se acepta al Papa, se reconoce su autoridad etc.,
en la práctica era diferente. Era preciso cambiar eso. Es necesario tener
coherencia.
Como
ya citamos arriba, el célebre teólogo español Francisco Suárez enseña que hay
varios modos de hacerse cismático: "sin negar que el Papa es el jefe de la
Iglesia, lo que ya sería herejía, se actúa como si él no lo fuese: es el modo
más frecuente..." (De Charitate, disp. 12, sect. I, n.2, t. XII, p. 733,
in Opera Omnia).
Y esa cuestión de lógica ha preocupado a algunos
padres de la Fraternidad San Pío X. Así, por ejemplo, escribió el P. Ugo
Carandino, ex-prior de Rímini, de la Fraternidad San Pío X, en carta a los
fieles (10/7/2001): "Es el corazón del problema: efectivamente la
Fraternidad se encuentra en un callejón sin salida, porque continúa a querer
reconocer a Juan Pablo II como autoridad legítima de la Iglesia. Ahora, si
realmente Juan Pablo II es verdadera autoridad, entonces se presentan solamente
dos posiciones posibles: - o procurar un acuerdo con esta "autoridad"
... (la propia terminología de procurar "un acuerdo con el Papa"
revela un absurdo: el católico debe someterse al Vicario de Cristo no
"hacer acuerdo"); - o entonces separarse completamente de esta
"autoridad" constituyendo una "pequeña Iglesia" realmente
cismática, donde se desobedece habitualmente a aquel que se reconoce como Papa,
para obedecer únicamente a los superiores de la Fraternidad, a los cuales se
atribuye una especie de "infalibilidad" que se niega al revés al
pretendido (sic) Papa. Esta segunda solución es la que se ha consolidado en los
últimos años (y que aflora en esta fase de rompimiento de las
tratativas)...". Por una cuestión de lógica, el P. Ugo Carandino abandonó
la Fraternidad y adoptó el sedevacantismo.
Lo
mismo escribió el P. Basilio Méramo, prior actual del Priorato de Colombia, de
la Fraternidad San Pío X, en carta a los Padres de Campos: "¿Cómo es
posible que se deba desobedecer a un Papa de modo habitual y constante para
permanecer fieles a la Iglesia, al Papado y a Roma, y para conservar la Fe
Católica, cuando en la realidad el Papa legítimo es el que debería confirmar a
sus hermanos en la Fe y por eso justamente tiene la prerrogativa de la
infalibilidad como Romano Pontífice? Es absurdo, estúpido e ilógico no ver la
gran contradicción que hace, sobre todo hoy en día y a la altura a que llegaron
los acontecimientos. ¿Cómo es posible que se deba desobedecer al Papa para
permanecer fieles a Cristo y a la Santa Madre Iglesia, cuando precisamente es
el Papa que por su oficio debe confirmarnos en la Fe? Luego, si se mira bien,
la única explicación que teológicamente cabe... es la de un Papa ilegítimo, la
de un Antipapa..." (Carta de 2 de mayo de 2002).
Se
ve claramente que una desobediencia habitual y constante, un sedevacantismo
práctico, acaba, por la lógica, llevando al sedevacantismo teórico, que, a su
vez, acaba llevando al cisma. Es la realización de la frase de San Agustín:
"Quien vive de modo contrario a lo que piensa, va a terminar pensando del modo como vive".
Y
todos acaban siendo llevados a la conclusión de que la Iglesia Católica
desapareció y las portas del infierno prevalecieron contra ella, lo que es una
herejía. Pues si, según ellos, la Iglesia está sin papa hace 30 o 40 años,
todos los cardenales y Obispos actuales son falsos. ¿Quién elegirá al nuevo
Papa? Así la Iglesia habría realmente desaparecido.
Por
eso, repetimos una vez más con Mons. Marcel Lefebvre: " ¡Cuidado, cuidado,
cuidado!... No nos metamos en un círculo infernal del cual no sabremos cómo
salir. En esta actitud existe un verdadero peligro de cisma..."
10) ¿Pero el
Papa es así tan necesario a la Iglesia?
Ya explicamos arriba en la respuesta al
n. 8.
Mons. Marcel Lefebvre decía que hay
"tres grandes realidades de la Iglesia Católica, tres personas por las
cuales Dios se manifiesta: Jesús Eucaristía, María y el Papa". (Ecône,
mayo de 1965). Mons. Antonio de Castro Mayer, en la célebre carta pastoral
sobre problemas del apostolado moderno, en las directrices a los padres,
escribía: "No pierdan la ocasión de inculcar verdadera devoción al Santo
Padre el Papa".
Advirtiendo sobre la grave situación
doctrinaria y pastoral en que se encuentra la Fraternidad San Pío X, el citado
Padre Ugo Carandino, en la misma carta a los fieles de 10/7/2001, escribe:
"...La Fraternidad continua a enseñar, a propósito del Papado, una nueva
doctrina que se aparta de la doctrina católica y que, inevitablemente, prepara
una mentalidad de "pequeña Iglesia"... Siguiendo esta enseñanza, el
fiel puede desobedecer habitualmente a este "Papa" (sic), que no es más
la regla próxima de la Fe, sino un elemento casi secundario de la Iglesia: al
paso que la sana doctrina enseña que un católico no puede prescindir de la
enseñanza y del gobierno del Papa. En esta nueva doctrina se encuentra el viejo
error galicano, ya condenado por la Iglesia, que determina, sobretodo en las
nuevas generaciones, un concepto gravemente deformado de la Iglesia y del
Papado. Se llega a la paradoja de refutar una herejía, la modernista, en nombre
de otra herejía, la galicana, en vez de abrazar integralmente la Fe católica...
Juzgo que los acontecimientos ligados a los acuerdos evidenciaron el callejón
sin salida en el cual se encuentra la Fraternidad. De hecho, la minoría del
clero de la Fraternidad que abiertamente se expresó de modo negativo a una
posibilidad de reconciliación con Juan Pablo II, lo hizo partiendo de una
posición tendenciosamente galicana. No por acaso, un de los más activos
defensores de la línea 'anti-acuerdo', fue Mons. Tissier de Mallerais, que se
ocupa como primera persona de los tribunales eclesiásticos creados por la
Fraternidad en substitución de las sentencias de la Sacra Rota Romana, un de
los aspectos más evidentes de la práxis de la 'pequeña Iglesia', ya consolidada
en el interior de la Fraternidad (estos tribunales han emitido sentencias de
anulación de matrimonios, reducción de diáconos al estado laical, de disolución
de votos religiosos definitivos). El ejemplo de las Iglesias disidentes
orientales enseña que no es suficiente conservar la Misa, los Sacramentos y el
catecismo, sino que es indispensable ser fiel a la institución del Papado y por
tanto, en la actual situación de la Iglesia, esclarecer la cuestión fundamental
de la autoridad para ejercitar de manera legítima el ministerio
sacerdotal". El Padre Carandino abandonó la Fraternidad, por no concordar
con la su falta de lógica, defendiendo una posición teórica y practicando
otra, pero, infelizmente, cayó en otro
extremo, el del sedevacantismo, que
encontró más lógico que la práctica que la Fraternidad adopta. Todo eso
confirma lo que arriba explicamos en el n. 9.
(Obs.:
Citamos al Padre Ugo Carandino, no por concordar con su posición
sedevacantista, sino por ser alguien que conoce bien y por dentro la
Fraternidad, ya que fue Prior de un Priorato de la Fraternidad por 11 anos,
hasta el año de 2001. P. Carandino conoce mejor la Fraternidad del que el P.
Cottier y otros citados conocen el caso de Campos).
11)
"Campos cayó... en las garras de Roma neo-modernista... se hundió en las
aguas de la apostasía" (Mons. Richard Williamson, Obispo de la Fraternidad
San Pío X, en carta pública a los amigos y bienhechores).
¿Qué significa esa afirmación? ¿Que los
padres de Campos cayeron, porque, aunque conservando la Santa Misa y toda la
Liturgia Tridentina, la orientación tradicional, el Seminario y las parroquias
tradicionales conforme a la Tradición de la Iglesia, fueron aprobados y
reconocidos por Roma? ¿Estar unido a la Jerarquía de la Iglesia Católica es
caer en la apostasía? Entonces esa frase
significa que toda la Iglesia cayó en la apostasía. Que las puertas del
infierno prevalecieron contra la Iglesia. Que Nuestro Señor Jesucristo falló en
su promesa. (ver respuesta al n.19). Es una frase de fuerte sabor herético y
cismático.
Pero entonces el reverso del dilema se
impone: Si Campos no cayó, entonces son los acusadores que cayeron. O están en
grave peligro de caer. "Quien está de pié, veja que no caiga" (San
Pablo, Epístola).
Reflexionemos: Santo Tomás de Aquino
dice: "Son llamados cismáticos aquellos que se niegan a someterse al Sumo
Pontífice y aquellos que se niegan a vivir en comunión con los miembros de la
Iglesia, a él sujetos" (2a-2ae, q. 39, art. 1). Ahora bien, si los
oponentes se niegan a comunicarse con nosotros, aunque conservando la Misa
tradicional y toda la orientación de la Tradición católica, por el simple hecho
de haber sido reconocidos por el Santo Padre, se encuadran en el segundo
miembro de esa frase de Santo Tomás.
12) Pero
"Roma aún no se convirtió". ¿No debemos esperar eso antes de
hacer cualquier acuerdo?
Ser reconocido como católico y estar
unido a la Jerarquía católica es una necesidad teológica, como explicamos en
las respuestas anteriores. Por eso Mons. Marcel Lefebvre procuró el
entendimiento con la Santa Sede, en 1988, dos años después del "encuentro
de Asís", un año después del "encuentro de Kyoto" y un año
después de la respuesta a sus "dubia". No había ocurrido ninguna
"conversión" de las autoridades en la ocasión, como dicen los
objetantes. Y, a pesar de eso, Mons. Lefebvre, preocupado con el problema,
procuraba un acuerdo, y se decía feliz con que se realizara.
Además, el propio Mons. Fellay, dice que
llevará mucho tiempo para Roma abandonar los errores venidos del Concilio,
probablemente decenios, pero que cada etapa posee su importancia y ahora parece
delinearse una de esas etapas (Fideliter, n. 140 pag. 7).
13) ¡Pero
"los Romanos continúan siendo lobos, raposas y tiburones" (Mons.
Williamson)!
Interesante, conforme afirma el
Diccionario de Teología Católica (lugar citado), que los cismáticos ortodoxos,
cuando se separaron de la Iglesia Católica Romana y cayeron en el cisma, decían
querer apartar momentáneamente "al lobo papista del rebaño
ortodoxo". Y "romanos"
era y es la expresión despectiva con la cual los protestantes llaman a los
católicos.
El Cardenal Mons. Darío Castrillón Hoyos
advirtió en carta a Mons. Fellay: "Ningún hereje y cismático, en toda la
historia, declaró estar engañado. Siempre pensaron que era la Iglesia que se
engañaba".
14) Pero
nosotros no tenemos nada de protestantismo. Combatimos la protestantización de
la Iglesia.
Pero es bueno recordar que la principal
doctrina del protestantismo es la del libre examen: unión directa con Dios,
dispensándose del Magisterio vivo de la Iglesia. Y el camino generalmente acaba
siendo ese: independencia del Magisterio vivo, apelando para el Magisterio
muerto, jueces en lugar del Magisterio y, en fin, jueces del Magisterio.
La Iglesia, al contrario, nos enseña: "El Salvador no confió lo que está contenido en
el depósito de la Fe a juicios privados sino al Magisterio Eclesiástico"
(Carta del Santo Oficio al Arzobispo de Boston, 8/8/949, Papa Pío XII, Denz-Sho
3866).
15) ¿No
usamos el Magisterio escrito de los papas pasados? Y esa expresión
"Magisterio vivo" ¿no es modernista, contraria a la Tradición?
No. Es una expresión perfectamente
tradicional.
Así dice el Papa León XIII, en la
Encíclica Satis Cognitum: "Es pues evidente, conforme a todo lo que acaba
de ser dicho, que Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo,
auténtico y, además de eso, perpetuo, que El invistió de su propia autoridad,
revistió del espíritu de verdad, confirmó por milagros y quiso y
severísimamente ordenó que las enseñanzas doctrinales de ese magisterio fuesen
recibidas como siendo las suyas propias".
Magisterio vivo y perpetuo es el que se
ejerce efectivamente en cada época. Es así como explican los teólogos: "Un
magisterio vivo, quiere decir, que se ejerce continuamente en la Iglesia por la
comunicación de la doctrina revelada. Ese magisterio es vivo en cuanto se opone
al magisterio aún ejercido actualmente en la Iglesia por hombres que
desaparecerán, mas a los cuales sus obras sobrevivirán. Los protestantes
admiten bien que el magisterio de los Despuéstoles se ejerce aún actualmente en
la Iglesia, pero solamente por influencia de sus escritos; sólo admiten pues un
magisterio, por así decir, póstumo" (Diccionario apologético de la Fe
Católica, articulo Tradición y magisterio, de H. Perennes, col. 1786-1787).
"(Magisterio) vivo, quiere decir,
que permanece siempre en maestros vivos y se expresa por su boca, y no ese
Magisterio, divino sin duda pero muerto, que los protestantes buscan en la
Escritura" (A Regra da Fe, tomo I, ªª Goupil S.J., pag. 20).
"Se divide habitualmente el
Magisterio en escrito y vivo. El Magisterio puramente escrito es aquel que un
autor cualquiera ejerce por sus libros, mismo después de su muerte. Tal es, por
ejemplo, el magisterio que hoy aún Aristóteles ejerce por sus obras. El
Magisterio es llamado vivo cuando se ejerce por actos vitales y conscientes de
hombres, utilice o no el maestro de escritos" (Sacrae Theologiae Summa, B.
A. C., tomo I, pag. 656, De Ecclesia Christi, por Salaverri S.J.).
Y es lo que advierte solemnemente el Papa
Pío IX, en la carta Inter Gravissimas, de 28 de octubre de 1870: "Como
todos los fautores de herejía y de cisma,
se vanaglorian falsamente de haber conservado la antigua fe católica, en
cuanto destruyen el propio principal fundamento de la fe y de la doctrina
católica. Reconocen bien en la Escritura y en la Tradición la fuente de la
Revelación divina; pero rechazan escuchar el magisterio SIEMPRE VIVO DE LA
IGLESIA, que proviene claramente de la Escritura y de la Tradición y fue
instituido por Dios como un guardián perpetuo de la exposición y de la
explicación infalibles de los dogmas transmitidos por esas dos fuentes".
Y el citado Diccionario de Teología
Católica (ibidem) dice que la fuente de la actitud perpetuamente polémica de la
Iglesia cismática ortodoxa está en una concepción estática del magisterio
eclesiástico, el culto del status quo en todos los dominios.
16) ¡Pero
ese reconocimiento fue hecho no por la Roma eterna sino por la Roma modernista!
Debemos recordarnos del espíritu (ad
mentem) de la condenación de los Fraticelli y de su errónea teoría de las dos
Iglesias (Denz-Scho 911) condenada como herética e insana (Denz-Scho 916).
Cuidado con confusiones, de las cuales no
se sabrá salir: Nuestras conversaciones fueron con la Sagrada Congregación para
el Clero, en la persona del Cardenal Castrillón, y con el Papa Juan Pablo II.
Nos acusan de haber tratado con la Roma modernista y haber obtenido el
reconocimiento de ella. ¿Pero con cuál Roma los tradicionalistas de todo el
mundo tratan? ¿Cuál Roma la Fraternidad San Pío X y toda la Tradición visitaron
en el año jubilar, después haber obtenido licencia de la Comisión del Jubileo
para rezar en las Basílicas romanas?
17)
¡Acontece que hoy toda la Jerarquía está en la herejía y no se puede hacer
acuerdo con herejes!
Es lo que enseñaba San Roberto Belarmino:
"Si todos los Obispos errasen, toda la Iglesia erraría, pues el pueblo es
obligado a seguir a sus Pastores, como dice Jesús en S. Lucas 10,16: 'Quién os
oye, a mí me oye' y San Mateo 23,3: 'Haced todo cuanto os dijeren." (Liber
III Cap XIV De Ecclesia Militante).
Lo mismo enseñaba nuestro queridísimo
Obispo Mons. Antonio de Castro Mayer: " Caso toda la Jerarquía viniese a
fallar, sería la palabra de Jesucristo que habría fallado, pues el Divino
Salvador confió a la Jerarquía el gobierno y la dirección de su Iglesia hasta
el fin de los siglos y, más, su asistencia para que no fallase" (Monitor
Campista, 26/1/1986).
Y Mons. Antonio decía más: "Es
subversión herética, por desconfianza de la Jerarquía, seguir habitualmente a
alguien, no miembro de la Jerarquía, como portavoz y árbitro de la ortodoxia".
18) ¿Pero
las parroquias de la Administración Apostólica no quedarán mezcladas con las de
la Diócesis?
El propio Mons. Marcel Lefebvre aceptaba
ese tipo de solución: ''Es posible que un día los Obispos conscientes de su
cargo acaben por decir: 'Está bien, esta parroquia queda reconocida de ahora en
adelante'; mismo, tal vez, en una situación un poco híbrida, yo diría, en el
sentido de que ellos dirían: 'las parroquias actuales continúan en lo que ellas
han hecho hasta hoy, pero reconocemos esta parroquia personal para todas las
personas que quieran ir allá y frecuentar e ir a los sacerdotes, nosotros los
reconocemos también'. Esto sería tal vez una solución... yo diría... una etapa,
tal vez, yo no conozco el futuro... Pero es posible. En todo caso, es preciso
estar en esas disposiciones y no en una disposición de ruptura ni en una
disposición de oposición por oposición, de oposición a la Iglesia, por nada de
este mundo." (Mons. Marcel Lefebvre - Ecône, 3/3/1977- Conf. DICI n. 7,
11/5/2201 - pag. 17).
19) Pero esa
solución dada por Roma de una Administración Apostólica "fue concebida de
manera diabólica como una especie de reserva de indios" (P. De Tanoüarn,
Fraternidad San Pío X), pues los fieles de la Tradición quedarán circunscritos
y presos en una Diócesis, como "una reserva de indios" (P. Knitel,
superior del Distrito de México, Fraternidad S. Pío X)!
A esas críticas tenemos la respuesta del
propio superior de la Fraternidad San Pío X. Sobre la propuesta de la
Administración Apostólica, Mons. Fellay comentó: "Esta es una propuesta
extraordinaria, y si Roma quisiera una verdadera reforma, ese es el camino que
sería preciso tomar..." (entrevista a Pacte, n. 56, eté 2001 - Cf. DICI n.
16 - 13/7/2001).
Y en entrevista a la revista "30
Días", a la pregunta: "¿Entonces, qué es lo que el Vaticano podría
hacer, concretamente, para reanudar las relaciones con ustedes?", Mons.
Fellay respondió : "En los pasos prácticos, sobre como hacer para resolver
los problemas, la sabiduría y la habilidad de Roma son grandísimas. Por tanto
puede encontrar las fórmulas adecuadas".
¡Interesante que Mons. Antonio siempre
fue elogiado por toda la Tradición mundial como habiendo sido un Obispo
extraordinario ya que conservó en su diócesis la Misa tradicional. Nadie lo
acusaba de haber mantenido una reserva de indios! ¿Ahora que conseguimos una
Administración Apostólica con la Misa tradicional oficialmente concedida de
derecho, nos tornamos una reserva de indios?! ¿O será que se quiere criticar la
propia organización de la Iglesia católica en diócesis?
Además, la Administración fue creada en
la Diócesis de Campos, por ser el lugar, en Brasil, donde hay la mayor
concentración de católicos ligados a la liturgia tradicional. Pero nada impide
que la Administración Apostólica atienda a fieles de otros lugares y Diócesis,
según las normas del derecho Canónico.
Y las inscripciones en la Administración
Apostólica están abiertas. Cualquier persona, que se identifique con su
orientación tradicional y desea la Misa llamada de San Pío V, puede inscribirse
en la Administración Apostólica, ahora y después. Basta quererlo.
20) ¿Pero
ustedes reconocieron que antes estaban fuera de la Iglesia y que ahora
entraron, formando la "unidad en la diversidad"?
En nuestra carta al Papa escribimos:
"Beatísimo Padre, aunque siempre nos hallamos considerado dentro de la
Iglesia Católica, de la cual nunca jamás tuvimos la intención de separarnos,
con todo, debido a la situación de la Iglesia y a problemas que afectaron a los
católicos de la línea tradicional, ...fuimos considerados, jurídicamente al
margen de la Iglesia. Ese es nuestro pedido: que seamos aceptados y reconocidos
como católicos".
También Mons. Lefebvre pedía antes que le
dejasen la Tradición entre las muchas "experiencias" actuales:
"El Papa Juan Pablo II..., por ocasión de la audiencia que me concedió en
noviembre de 1979, parecía bastante dispuesto, después de una conversación
prolongada, a dejar la libertad de escoger en la liturgia, a dejarme hacer, al
final de cuentas, lo que solicito desde el comienzo: entre todas las
experiencias que son efectuadas en la Iglesia, 'la experiencia de la
Tradición'" (Mons. Marcel Lefebvre, 1984, en Carta abierta a los católicos
perplejos, XX). Eso no quiere decir que Mons. Lefebvre concordase con todas las
"experiencias que son realizadas en la Iglesia".
21) Pero
ustedes no consiguieron todo. ¡No consiguieron, por ejemplo, el permiso para la
Misa tradicional para todos los padres
del mundo!
Realmente pedimos, junto con la
Fraternidad San Pío X, la concesión de la Misa para todos los sacerdotes del
mundo. El Papa respondió que por el momento no sería posible. Hicimos nuestra
obligación y nuestra parte con relación a toda la Iglesia. Pero la concesión no
era de nuestro alcance y estaba fuera de nuestras posibilidades. Cada uno
cumpla su deber. Pero nos fue concedida la Administración Apostólica, con el
derecho de celebrar la Misa tradicional. Y la podemos decir en cualquier parte
del mundo. Y cualquier padre del mundo puede decir la Misa tradicional en
nuestras Iglesias, bastando nuestro permiso. Y cualquier padre del mundo puede
decir la Misa tradicional en cualquier parte si
para eso pide licencia a la Santa Sede.
Además, Mons. Lefebvre cuando en las
tratativas del acuerdo de 1988, apenas sugirió a la Santa Sede la liberación de
la Misa tradicional para todo el mundo. Así escribió él: "En esta ocasión
(del acuerdo), ¿sería deseable que fuese concedida a todos los Obispos y padres
la posibilidad de utilizar los Libros litúrgicos de Juan XXIII?" (carta de
15/4/1988) (Fideliter, le dossier complet). Lenguaje diferente de la
"condición sine qua non" exigida para cualquier continuación de las
conversaciones.
22) Pero el
reconocimiento, por causa de los peligros, tiene su lado negativo.
No debemos quedar mirando, como
pesimistas, sólo el lado negativo de las cosas.
Decía San Francisco de Sales: "Todas
las cosas aparecen amarillas a los ojos de los afectados por ictericia... La
malicia del juicio temerario, de un modo semejante a esta enfermedad, hace
aparecer todo malo a los ojos de los que están afectados por ella... Si una
acción tuviese cien aspectos diferentes, deberíamos encararla únicamente por el
lado mejor..." (Filotéa, III, 27).
Veamos el lado positivo. Como bien
explicó el P. Michel Beaumont, de la Fraternidad San Pío X, hablando sobre el
elogio que el Papa actual hizo del Misal de San Pío V y sobre las buenas
observaciones del Cardenal Ratzinger sobre la Liturgia:
"Delante de un muro hostil, toda
brecha es bienvenida. Ella manifiesta al menos que el combate no es inútil. Una
golondrina acaba de atravesar el cielo. Ella no es la primavera, no substituye
la primavera de la Iglesia, que deseamos de todo corazón, y para la cual
trabajamos de nuestra parte. Mas una golondrina anuncia la primavera, ella
puede pues dar fuerza y coraje para esperarla" (P. Michel Beaumont - Cfr.
www.le-combat-catholique.com).
En esa línea de pensamiento es que muy
bien dice Mons. Fellay: "Si hubiere una oportunidad, una sola, de que los
contactos con Roma puedan hacer volver un poco más de Tradición en la Iglesia,
yo pienso que debemos aprovechar la ocasión" (Mons. Fellay, Fideliter, n.
140, p.7).
Por eso el P. Pierre-Marie Laurençon,
superior del Distrito de Francia, de la Fraternidad San Pío X, contó como una
gran victoria para la Tradición el hecho de que los fieles tradicionalistas
hayan conseguido la celebración de la Misa de San Pío V, por la primera vez en
20 años, en la Basílica (moderna) subterránea de San Pío X, en el Santuario de
Lourdes, en la peregrinación del 28 de octubre de 2001. "¡Fue tal vez El
milagro de Lourdes para el año 2001! ¡Nuestros fieles no podrán criticarnos más
de que nos contentamos con migajas, dejando a las autoridades de Lourdes
confinarnos en una sala periférica del santuario para nuestras ceremonias!...
¿No debemos interpretar esta bella victoria como una señal de esperanza para el
retorno de Roma a su Tradición?" (Carta a los amigos y bienhechores, Enero
de 2002).
Esa es apertura de visión que tenía Mons.
Marcel Lefebvre, al ver ventaja para la Iglesia hasta en las "Misas del
indulto", las cuales fueron concedidas, según él, bajo inaceptables
condiciones: "Pero ese primer gesto - recemos para que haya otros de esa
especie - quita la sospecha indebidamente lanzada sobre la Misa y libera las
conciencias de los católicos perplejos que dudaban aún en asistir a
ella" (Mons. Marcel Lefebvre -
Carta abierta a los católicos perplejos, XX).
Así también Mons. Bernard Fellay, en
conferencia en Campos en noviembre de 2000, relató a nuestros fieles, con
alegría, que la Misa tradicional es celebrada en cerca de cien diócesis de los
Estados Unidos. "Misas del indulto", en su gran mayoría, promovidas
por otros grupos tradicionales diferentes de la Fraternidad San Pío X.
También Mons. Lefebvre, en carta a los padres del Distrito de Francia,
decía: "Me parece que debemos ir sobre todo allá donde se nos llama y no
dar la impresión de que tenemos una jurisdicción universal, ni una jurisdicción
sobre un país o una región. Sería basar nuestro apostolado sobre una base falsa
e ilusoria. Por eso, igualmente, si otros sacerdotes satisfacen normalmente a
las necesidades de los fieles, no tenemos por que inmiscuirnos en su
apostolado, pero sí nos alegramos de que haya otros sacerdotes católicos que se
levantan para salvar las almas" (27/4/1987).
23) ¡Ah! Mas
sólo un acuerdo práctico no resuelve. Lo que era necesario resolver es la
cuestión doctrinaria
A eso responde el P. Philippe Laguérie,
de la Fraternidad San Pío X: "Es mi conclusión - sorprendente, tal vez: yo
creo en la posibilidad de un acuerdo práctico y en la inutilidad total de las
discusiones doctrinales en la hora presente... Se pierde el tiempo -y tal vez
la propia alma- con esas discusiones que no llegan nunca a una conclusión, por
el motivo evidente de que ellas no tienen la menor problemática común. ¿Eso
quiere decir que yo estoy contra todo acuerdo? No, por el contrario. Si un
acuerdo doctrinal sólo será posible dentro de 20 o 30 años, eso no es una razón
para renunciar al acuerdo..." (DICI n. 8, 18/5/2001, pag.12).
La Fraternidad San Pío X pidió al
Cardenal de París una Iglesia para que sus fieles pudiesen visitarla en el
jubileo del año 2000. Les cedieron la Iglesia de San Sulpicio, en la cual los
fieles rezaron, conducidos por los padres de la Fraternidad, siendo recibidos
por el párroco local que les dirigió palabras de acogida. Fue un acuerdo
práctico, fructuoso, sin haber sido tratada o resuelta la cuestión doctrinaria.
Así también la misma Fraternidad San Pío
X, por ocasión de la Peregrinación a Roma por el Jubileo del año 2000, hizo un
acuerdo práctico con el Vaticano, en el sentido de que le fuese permitida la
entrada en las basílicas. El Vaticano les cedió la entrada en las Basílicas, el
uso de los micrófonos por los Obispos, pero no les permitió la Misa. Fue un
acuerdo práctico, no totalmente satisfactorio pues no fue permitida la Santa
Misa tradicional, pero que tuvo muchos frutos, mismo sin haber sido resuelta la
cuestión doctrinaria.
Pero, a la verdad, fueron graves razones
doctrinarias que nos llevaron a procurar y a aceptar el reconocimiento,
conforme explicamos en las respuestas 2, 4 y 5.
Otrosí, en carta oficial del Consejo de
la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney, Mons. Licínio y los Padres de
Campos insistieron con Mons. Fellay:
"Lo que nos preocupa es lo
siguiente: No se trata de una simple atracción por la regularización o un
simple acuerdo práctico, sino que está
envuelto en eso una grave cuestión doctrinaria: la unidad de régimen de la Iglesia
(unitas regiminis), tan importante cuanto a la unidad de Fe. Porque,
confirmándose esa propuesta de la Santa Sede, ella pasa a ser mucho más que una
simple oferta o propuesta. Se trata de una voluntad explícita del Papa, en una
cuestión gravísima que toca la unidad de régimen de la Iglesia".
"Se trata además de la sobre
vivencia de la Tradición en Campos. Por cuanto si recusamos un obispo nombrado
por el Papa como nos está siendo propuesto, ¿qué motivos tendremos para
consagrar un obispo sin el mandato pontifico? Sabemos que la consagración
contra la voluntad del Papa sólo se justifica en el caso gravísimo de
necesidad, cuando es imposible obtenerse el mandato. Ahora, el Papa estaría
ofreciendo ese obispo para Campos. Así, los Padres de Campos, estamos
convencidos de que para una nueva consagración en Campos, en tales
circunstancias, no se verificaría un estado de necesidad como fue la de Mons.
Licínio, y se estaría constituyendo realmente un cisma formal, con sus
gravísimas consecuencias".
24) ¿Pero por
qué eso fue hecho separadamente de la Fraternidad San Pío X?
En la reunión del 13 de enero de 2001, en
la Casa-Madre de la Fraternidad en Menzingen, sobre el asunto del
reconocimiento, uno de los miembros de la Fraternidad, considerando las
dificultades que la Fraternidad San Pío X veía en la continuación de las
negociaciones con la Santa Sede, propuso que los padres de Campos hiciesen el
acuerdo primero, a título de experiencia, y después, funcionando, la
Fraternidad lo haría también. Por tanto, la idea de que Campos hiciese el
acuerdo separadamente de la Fraternidad vino de la propia Fraternidad. Y
aceptamos servir de "tests" hasta, en beneficio de la Fraternidad.
Y así escribimos a Mons. Fellay:
"Nuestra legalización sería un primer paso para el reconocimiento futuro
de toda la Tradición. Si Roma respeta nuestra posición doctrinaria y nos apoya
en las posibles dificultades con los obispos diocesanos, eso será una
importante señal de buena voluntad (señal verde) para toda la Tradición".
Mons. Lefebvre, que así escribió a Mons.
Antonio de Castro Mayer sobre el problema de una eventual consagración:
"El caso de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se presenta de modo
diferente del caso de la Diócesis de Campos. Me parece que el caso de la
Diócesis de Campos es más simple, más clásico... Es por
eso que, a mi
modo de ver, no se
debe ligar el caso de Campos a la Fraternidad... Los
casos deben ser bien separados. Eso no es sin importancia para la opinión
pública y para la Roma actual. La Fraternidad no debe ser envuelta y deja toda
la responsabilidad, legítima por lo demás, a los padres y a los fieles de
Campos... Es mi opinión; pienso que ella se apoya sobre las leyes fundamentales
del derecho eclesiástico y sobre la Tradición...".
25) ¡Pero
dijeron que ustedes actuaron a escondidas de la Fraternidad!
Eso es falso. El representante de Mons.
Licínio y de los padres de Campos, P. Fernando Arêas Rifan, estuvo presente en
el mes de enero y en el mes de abril en la Casa generalicia de la Fraternidad,
en Suiza, exponiendo la posición de Campos sobre el asunto. Visitó varias veces
al Cardenal Castrillón siempre acompañado por un parte de la Fraternidad. Mons.
Licínio y los Padres, el 5 de junio de 2001, escribieron oficialmente a Mons.
Fellay presentándole 28 serias razones sobre la necesidad del reconocimiento,
alertándolo del peligro de continuarse en ese estado anormal de separación. Esa
carta quedó sin respuesta. Después del rechazo de la Fraternidad, la Santa Sede
nos mandó a llamar a Roma. El consejo de la Unión Sacerdotal, con Mons. Licínio
al frente, escribió entonces una vez más, oficialmente, a Mons. Fellay
comunicándole esa invitación de Roma. Esa carta no fue enviada por el correo,
sino, por seguridad, conforme al pedido de Mons. Licínio y de los padres, le
fue entregada personalmente por el P. Fernando Arêas Rifan, que, antes de ir al
Vaticano, paso por la Fraternidad para comunicarles la invitación de la Santa
Sede.
Conforme instrucciones de la propia
Sagrada Congregación para el Clero, Mons. Licínio y los Padres de Campos
escribieron una carta al Papa pidiendo el reconocimiento. Eso fue comunicado a
Mons. Fellay antes de ser entregada la carta al Papa. Y copia de esa carta fue
entregada a Mons. Fellay el mismo día en que fue entregada al Papa. Porque a
pesar de haber sido fechada la carta el 15 de agosto de 2001, sólo fue
entregada al Papa el día 15 de septiembre de 2001, mismo día en que la copia
fue entregada a Mons. Fellay. Es más. Solamente fue después de las
conversaciones con Mons. Fellay exponiéndole la invitación expresa de la Santa
Sede, que las conversaciones con el Cardenal Castrillón tuvieron oficialmente
su continuación, ahora separadamente de la Fraternidad.
No hubo, por tanto, ninguna disimulación
de nuestra parte ni actuamos a escondidas de la Fraternidad.
Además, podríamos hasta decir que es lo
contrario lo que se dio.
En agosto de 2000, Mons. Fellay, Mons.
Tissier y Mons. Williamson almorzaron, por invitación, con el Cardenal
Castrillón para tratar del asunto del reconocimiento de la Fraternidad.
En septiembre de 2000, el Cardenal
convida Mons. Fellay a un coloquio y preparar un encuentro de él con el Papa.
El 30 de noviembre de 2000, Mons. Fellay
visita Campos, hace una conferencia a los fieles y al clero de la Unión
Sacerdotal San Juan María Vianney, pero no nos habla sobre las conversaciones
entre Roma y la Fraternidad San Pío X. Y, en la reunión con los padres, le fue
dicho que corría la noticia de que la Santa Sede habría nombrado un obispo para
tratar de la reconciliación de los tradicionalistas. El respondió que no sabía
nada. El P. Fernando Rifan y el P. Helio Marcos, en conversación particular,
hablaron con Mons. Fellay sobre la posibilidad de que los padres de Campos
hicieran un acuerdo con el obispo Diocesano, en el sentido de que este
reconociese jurídicamente la validez de nuestros sacramentos y los padres le
enviasen las comunicaciones de
matrimonios y bautismos. Mons. Fellay concordó.
El 29 de diciembre de 2000, Mons. Fellay
tuvo una audiencia de cuatro horas con el Cardenal Castrillón, sobre el
reconocimiento.
El 30 de diciembre, hubo una audiencia
rápida de Mons. Fellay con el Papa.
Hasta enero de 2001, las tratativas entre
la Fraternidad y la Santa Sede fueron hechas separadamente y sin el
conocimiento de Mons. Licínio Rangel y de los Padres de Campos.
La pregunta es: ¿quién actuó separada y
ocultamente de quién?!
26) ¡Pero el
reconocimiento podría haber sido hecho junto con la Fraternidad!
Sí. Pero no fue por nuestra culpa que así
no haya sido hecho. Y esa decisión de tratar directamente con Roma no partió de
nosotros. En verdad, los padres de Campos y la Fraternidad San Pío X estábamos
juntos en las conversaciones con Roma. Pero, desde el comienzo, notamos una
gran resistencia de la Fraternidad a proseguir con las conversaciones.
Insistimos mucho con ellos. Los padres de Campos, con Mons. Licíno Rangel,
después varias reuniones de discusión sobre el asunto, durante las cuales
expusieron a la Fraternidad su opinión a favor del entendimiento y del
reconocimiento, escribieron oficialmente a Mons. Fellay, insistiéndole que no
suspendiese las conversaciones y que las llevase a buen termino. Infelizmente
nuestra carta no mereció respuesta, nuestros pedidos personales no fueron oídos
y la Fraternidad rechazó el ofrecimiento de Roma.
A esa altura, la Santa Sede envió un
representante a Campos a fin de convidarnos a proseguir las conversaciones
interrumpidas por la Fraternidad, pues nuestro caso era más simple y fácil, por
tratarse de padres diocesanos, y contar con el apoyo del obispo diocesano y de
los obispos vecinos. Además, como ya vimos, el propio Mons. Marcel Lefebvre era
de la opinión de que debíamos guiarnos por los mismos principios, pero actuando
cada uno bajo su propia responsabilidad.
El Papa, pues, por medio de su representante,
nos llamaba a Roma.
Ahí imitamos a Mons. Fellay y a Mons.
Marcel Lefebvre:
"Si el Papa me lama, yo voy, además
corro. Esto es cierto. Por obediencia. Por filial respeto para con el jefe de
la Iglesia" (Mons. Bernard Fellay, superior general de la Fraternidad San
Pío X, entrevista revista 30 días, septiembre de 2000).
"Queremos permanecer adheridos a
Roma, al sucesor de Pedro... Por eso jamás rechacé ir a Roma a su llamado o al
llamado de sus representantes" (Mons. Marcel Lefebvre).
"La preocupación con nuestra unidad
y con la nuestra preservación no nos debe hacer olvidar nuestra obligación de
servir a la Iglesia" (Mons. Fellay, Fideliter, n. 140. p. 7).
Por eso, el P. Paul Aulagnier, segundo
asistente de la Fraternidad San Pío X, participante con nosotros de las
reuniones en la Casa Generalicia de la Fraternidad en Menzingen sobre la
aceptación del reconocimiento, escribió a Mons. Fellay: "Usted reclamó por
que los padres de Campos actuaran en separado. Pero ¿de quién es la culpa? No
vio usted los esfuerzos perdidos del P. Fernando Rifan en intentar convencernos
y no presenció la dura resistencia de Mons. Williamson y de Mons.
Tissier?!".
27) ¿Pero Mons.
Fellay y los obispos de la Fraternidad hicieron presión sobre los padres de
Campos para que no aceptacen el reconocimiento?
Realmente ellos no concordaron con que
aceptásemos el reconocimiento. Les explicamos nuestras razones, insistimos que
nuestro caso era diverso del de la Fraternidad, conforme a la opinión de
Mons. Marcel Lefebvre (conferir
respuesta n. 15). Les dijimos que hasta comprendíamos la dificultad de aceptar
el reconocimiento por parte de la Fraternidad, con sus 400 padres en 36 países.
Pero pedimos que comprendiesen nuestra posición. Además, aumentaba nuestro caso
el estado grave de salud en que se encontraba nuestro obispo Mons. Licínio.
Para nosotros la situación era urgente, lo que no era el caso de la
Fraternidad.
Mons. Fellay respondió que por la falta
de Mons. Licínio no habría problema y que no era tan necesario para nosotros
tener un obispo ahora, pues los obispos de la Fraternidad nos podrían atender.
Esa respuesta fue realmente un argumento más a favor de la aceptación del
reconocimiento, pues entonces no se configuraba el estado de gravísima
necesidad, el que sólo justificaría tener un obispo sagrado contra la voluntad
expresa del Papa. Por tanto, era preciso urgentemente regularizar esa
situación.
Además, Mons. Licínio Rangel, obispo de
suplencia para los católicos de la Tradición en Brasil y superior de la Unión
Sacerdotal San Juan María Vianney, tenía la gracia de estado, y sólo él, para,
conociendo bien la situación aquí, con todas sus circunstancias, conocidas sólo
por él y por sus padres, decidir sobre aceptar o no el reconocimiento ofrecido
por la Santa Sede.
28) ¿Pero no fue
una ingratitud para con la Fraternidad, después de todo lo que ella hizo por
ustedes?
Nuestras deudas de gratitud son mutuas y
equivalentes. Es claro que les debemos mucho. Pero mucho más a la Iglesia.
¡Pero ¿cuánto nos deben ellos también?!
Mons. Antonio de Castro Mayer, por
ejemplo, dio su apoyo de obispo diocesano, que les era necesario en la época,
para que pudiesen adquirir el terreno para la construcción del Seminario de La
Reja.
Cuando Mons. Lefebvre necesitó incardinar
padres en una diócesis, no pudiendo hacerlo en la Fraternidad, pidió a Mons.
Antonio que lo hiciese en su diócesis, lo que realmente fue hecho. Y así varios
padres de la Fraternidad, inclusive Mons. Tissier de Mallerais, fueron
incardinados en la Diócesis de Campos. Eso porque Mons. Lefebvre, teniendo
espíritu católico, se preocupaba y procuraba, en la medida de lo posible,
regularizar la situación dentro de la oficialidad.
Y Mons. Antonio se sacrificó y atravesó
el océano para apoyar a Mons. Lefebvre en las consagraciones, con el riesgo de
sufrir penas canónicas.
Es verdad que nuestros seminaristas
estudiaron en los seminarios de la Fraternidad. Pero es bueno recordar que
pagábamos sus estudios allí, al precio de 200 dólares al mes (cerca de R$
500,00) por cada seminarista nuestro.
Eso sin contar los retiros, conferencias
y sermones que hicimos a pedido de la Fraternidad, en diversas ocasiones,
inclusive situaciones delicadas en que ellos no querían exponerse y nos
pidieron que lo hiciésemos.
29) ¿Pero esa
pelea con la Fraternidad no es mala para la Tradición?
Es pésima. Por eso pedimos
insistentemente a Mons. Fellay que comprendieran nuestra situación diferente
como comprendíamos la de ellos y que no peleasen con nosotros porque sería
ruinoso para la Tradición. Infelizmente nuestro pedido no fue oído. Pero de
nuestra parte no existe ninguna pelea. Por el contrario, queremos la unión en
beneficio de toda la causa de la Tradición.
Y hemos soportado silenciosa y
pacientemente, en la medida de lo posible, por amor a la Iglesia y a las almas,
todas las ofensas y hasta calumnias que han hecho contra nosotros, en el mundo
entero, en todas las revistas y por Internet, publicando ostensiblemente todo
lo que se habla contra nosotros y todo lo que puede levantar sospecha sobre la
conducta de Mons. Licínio y de los padres de Campos y ocultando lo que nos
sería favorable.
Que la Fraternidad y otros grupos no
concordasen con nuestro reconocimiento hasta podría explicarse. Pero ¿por qué
atacarnos sistemáticamente, e intentar difundir la sospecha entre nuestros
fieles, para desacreditar a Mons. Licínio y a nuestros padres? Hasta parece que
hoy somos el gran enemigo en la Iglesia. Después de años de lucha, conseguimos
una Administración Apostólica con derecho a la Misa Tradicional, obispo propio,
seminario propio, parroquias propias, con independencia, como una diócesis
normal, con toda la orientación tradicional de la Iglesia de siempre. ¿Y somos
tratados como traidores, como despuéstatas?! Verdaderamente ese no es un buen
espíritu católico. Y nunca fue el espíritu de Mons. Marcel Lefebvre, como se
puede ver por las citas que hemos hecho.
Eso ha dado la impresión de que para justificar la propia situación insostenible e
injustificable, algunos procuran desmoralizar lo que los otros pudieran hacer
de bueno
30) ¿Y cual es
la posición actual de ustedes con relación a la Fraternidad San Pío X?
Mons. Licinio Rangel, en entrevista a
varias revistas internacionales, respondió a esa pregunta así: "Queremos
continuar siendo sus amigos. Y ahora que estamos regularizados canónicamente,
ofrecemos nuestras oraciones y ayuda para que superen sus dificultades
peculiares y puedan llegar a ese bien especial del reconocimiento de los
derechos de la Tradición que Roma nos concedió. Y así, unidos y perfectamente regularizados,
serviremos a la Tradición de la Santa Iglesia. Y yo les repetiría lo que ya
escribí a Mons. Fellay, juntamente con los padres de nuestra Unión Sacerdotal,
dándole las razones para que continuase las conversaciones con la Santa Sede en
dirección a un entendimiento".
31) ¿Pero no fue
el P. Fernando Arêas Rifan, el portavoz, que forzó a Mons. Licínio y a los
padres a aceptar el reconocimiento? ¿Y eso no fue hecho precipitadamente?
Eso es una grave ofensa a Mons. Licínio y
a los padres de Campos, como si fuesen marionetas, sin convicción, y serviles.
Nuestros padres, además de formados en Filosofía, Teología, Derecho Canónico e
Historia de la Iglesia, tienen larga experiencia pastoral, en la oficialidad en
una diócesis normal, en el episcopado de Mons. Antonio de Castro Mayer, y en
los veinte años de exilio, por tanto, en condiciones únicas para analizar bien
la situación, en la verdad, el asunto fue largamente discutido con todos los
padres, antiguos y nuevos, en varias reuniones, durante cerca de un año. Las
conversaciones con la Santa Sede duraron de enero a diciembre de 2001. Los
padres hicieron un retiro de cinco días, reflexionaron bastante, discutieron,
estudiaron las propuestas en conjunto y en particular, tuvieron tiempo de
reflexionar y opinar, y llegaron a la conclusión favorable al entendimiento con
la Santa Sede y al reconocimiento. El Padre. Fernando fue apenas el portavoz de
la opinión general de Mons. Licínio y de los padres. Y durante su estadía en
Roma, P. Fernando telefoneaba casi diariamente a Mons. Licínio y a los padres,
poniéndolos al corriente de cada tratativa, consultándoles, dándoles las
noticias, y preguntando lo que debía hacer.
Y
cuando el P. Fernando estaba en Roma, durante las tratativas, Mons. Fellay y
Mons. de Galarreta estuvieron en Campos, y pudieron oír de la propia boca de
Mons. Licínio y de los padres la opinión favorable a los entendimientos con
Roma.
32) ¿Pero
por qué escogieron como fecha del Reconocimiento el inicio de la Semana de la
unidad de los Cristianos y la proximidad con el Encuentro de Asís?
Fue mera coincidencia. La carta de
aprobación del Papa, que fue lo más importante es del 25 de diciembre de 2001,
Natividad de Nuestro Señor, cuando la noticia nos fue comunicada. Para la
proclamación pública del reconocimiento, el Cardenal tenía varias fechas, y
escogimos la del 18 de enero, que nos era más conveniente. No hubo intención de
coincidir con nada. Y fue providencial, porque luego después Mons. Licínio
empeoró de salud, y no hubiera podido participar de la ceremonia, si tardase
más.
33) ¿Por qué
la ceremonia del reconocimiento fue realizada en la Catedral Diocesana de
Campos?
Porque fue escogida por el Cardenal, por
ser más conveniente, ya que se trataba de un reconocimiento oficial, en la
Iglesia oficial, de los así llamados católicos de la Tradición. Y la
proclamación debería ser hecha por el representante del Papa, en la presencia
del Nuncio Apostólico, del obispo diocesano y de los obispos de la región. Y el
Cardenal pidió que se hiciese también una ceremonia en una de las nuestras
Iglesias, lo que realmente fue hecho.
34) ¿Ustedes
reconocieron al Papa?
En nuestra declaración pública, dijimos:
"Reconocemos al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, con todos sus poderes
y prerrogativas, prometiéndole nuestra obediencia filial y ofereciendo nuestra
oración por él".
Pero eso siempre lo reconocemos. No hubo
ninguna novedad en eso en todas nuestras
sacristías, como es costumbre establecida en todas las iglesias, está expuesto
el cuadro con los nombres del Papa Juan Pablo II y del obispo diocesano
nombrado por él. En las nuestras oraciones públicas siempre se rezo por el Papa
Juan Pablo II y por el obispo diocesano. Nunca adoptamos la posición
sedevacantista ni jamás quisimos hacer una diócesis paralela, contestando la
unidad de regimen de la Iglesia.
Mismo cuando, por necesidad, y de acuerdo
con la doctrina Católica, tuvimos que resistir, eso jamás significó de nuestra
parte la contestación de la autoridad papal o su no reconocimiento. Además,
siempre tuvimos plena conciencia de la anormalidad, ocasionalidad y
excepcionalidad de la resistencia, ansiando siempre una completa regularización
y normalización.
Siempre tuvimos presente el dogma de Fe:
"Declaramos, decimos y definimos ser totalmente necesario a la salvación
que todos los hombres se sometan al Romano Pontífice" (Bonifacio VIII,
Bula Unam Sanctam, Dz-Sh 875).
Por eso, en nuestra carta al Papa,
escribimos: "en las augustas manos de Vuestra Santidad, deponemos nuestra
Profesión de Fe Católica, profesando perfecta comunión con la Cátedra de Pedro,
de quien Vuestra Santidad es legítimo sucesor, reconociendo su Primado y
gobierno sobre la Iglesia universal, pastores y fieles, y declarando que, por
nada de este mundo, queremos disociarnos de la Piedra, sobre la cual Jesucristo
fundó su Iglesia". El mismo texto de nuestra profesión de fe católica de
1982, redactado bajo la dirección de Mons. Antonio de Castro Mayer.
Es claro que la obediencia filial que
prometimos se rige por las normas de la doctrina católica y no se trata de
servilismo.
Además nuestra promesa está en la misma
línea de la promesa de Mons. Marcel Lefebvre en su declaración doctrinal del 4
de mayo de 1988: "Prometemos ser siempre fieles a la Iglesia Católica y al
Pontífice Romano, su Pastor Supremo, Vicario de Cristo, Sucesor del
Bienaventurado Pedro en su primado y Jefe del Cuerpo de los Obispos".
35) ¿Ustedes aceptaron el
Concilio Vaticano II?
En nuestra declaración, así nos
expresamos: "Reconocemos el Concilio Vaticano II como un de los Concilios
Ecuménicos de la Iglesia Católica, aceptándolo a la luz de la Sagrada la
Tradición".
Reconocemos que el Concilio Vaticano II
fue legítimamente convocado y presidido por el Papa Beato Juan XXIII y
continuado por el Papa Pablo VI, con la participación de obispos de todo el
mundo, inclusive de Mons. Antonio de Castro Mayer y Mons. Marcel Lefebvre, que
firmaron sus actas. Mons. Antonio de Castro Mayer escribió varias cartas
pastorales sobre el Concilio, especialmente una, en 1966, sobre la aplicación de
los Documentos promulgados por el Concilio.
Surgió, sin embargo, el "pernicioso
espíritu del Concilio", que, según el Cardenal Ratzinger, " es el
antiespíritu, según el cual se debería comenzar la historia de la Iglesia a
partir del Vaticano II, visto como una especie de punto cero" (Card.
Ratzinger, Rapporto sula fede, cap.II). Por eso, dijimos en nuestra
declaración: "Reconocemos el Concilio Vaticano II como un dos Concilios
Ecuménicos de la Iglesia Católica". La Iglesia no puede desligarse de su
pasado ni contradecirlo.
Mas cuanto a los enseñanzas del Concilio,
debido al su carácter eminentemente pastoral, por él mismo proclamado, de
adaptación de la proclamación de la doctrina inmutable a nuestros tiempos, es
preciso que sean aceptados en consonancia con todo el conjunto del Magisterio
de la Iglesia, o sea, a la luz de la Sagrada Tradición.
Dijimos eso porque muchos, aprovechándose
del Concilio, intentaron y aún intentan introducir doctrinas heréticas en el
seno de la Iglesia, doctrinas ya condenadas por el Magisterio perenne, que
constituye la Tradición. Es claro que ellos contaron con el lenguaje del
Concilio y su lamentable falta de precisión doctrinaria en muchos puntos, caso
contrario no conseguirían dar la interpretación herética que dieron al Concilio.
El Papa Pablo VI hablaba del "humo de Satanás" penetrando en el
Templo de Dios (Alocución de 29/6/1972) y S. S. el Papa Juan Pablo II
lamentaba: "fueron esparcidas a manos llenas ideas contrarias a la verdad
revelada y siempre enseñada: se propagaron verdaderas herejías en los campos
dogmático y moral... también la Liturgia fue violada" (Discurso al
Congreso de las Misiones, 6/2/1981).
Por eso,
usamos, como criterio de interpretación, la luz de la Sagrada la
Tradición.
Y aceptar el Concilio a la luz de la
Tradición es lo que todos deben hacer, pues ese fue el criterio de
interpretación indicado por los Papas que lo convocaron y presidieron. En la
alocución del 11 de octubre de 1962, en la apertura del Concilio, así se
expresó el Papa Juan XXIII: "El objeto esencial de este Concilio no es la
discusión sobre este o aquel articulo de la doctrina fundamental de la
Iglesia... Presentemente, lo necesario es que toda la doctrina de la Iglesia,
sin mutilación, transmitida con aquella exactitud que aparece espléndidamente
sobre todo en los conceptos y en la exposición con que la redijeron los
Concilios de Trento y del Vaticano I, sea, en nuestros tiempos, por todos
aceptada con adhesión nueva, calma y serena...; es necesario que esta doctrina,
cierta e inmutable a la cual se debe obsequiosa obediencia, sea investigada y
expuesta del modo que nuestros tiempos exigen. Porque una cosa es el propio
depositum fidei, esto es, la verdad contenida en la nuestra veneranda doctrina,
y otra es el modo con el cual son
enunciadas, pero siempre conservando el mismo sentido y el mismo alcance (eodem
tamen sensu eademque sententia)" (AAS, 1962, pag. 791-793).
Y en la reapertura del Concilio, confirmó
el Papa Pablo VI: "Es preciso que la doctrina de la Fe, cierta e
inmutable, declarada y definida por el supremo Magisterio de la Iglesia y por
los Concilios anteriores, sobre todo por el de Trento y por el del Vaticano I,
a la cual se debe obsequiosa obediencia, sea expuesta de manera adaptada a
nuestros tiempos..." (AAS 55, pag. 742).
Y ese fue precisamente el criterio usado
por el Papa Juan Pablo II cuando habló de la "doctrina integral del
Concilio", quiere decir, explicó, "doctrina comprendida a la luz de
la Santa Tradición y referida al Magisterio constante de la propia
Iglesia" (Juan Pablo II, discurso a la reunión del Sacro Colegio, 5 de
noviembre de 1979).
Y no podría ser de otra manera, pues así
enseñó el Concilio Ecuménico Vaticano I: "El Espíritu Santo no fue
prometido a los sucesores de Pedro para que estos, bajo la revelación del
mismo, predicasen una nueva doctrina; sino para que, bajo su asistencia conservasen santamente y
expusiesen fielmente el depósito de la Fe..." (sess. IV,c.4, Dz-Sch 3070).
Además, decía el propio Mons. Marcel
Lefebvre: "acepto el Concilio, interpretado según la Tradición". Y
Mons. Bernard Fellay, sucesor de Mons. Lefebvre, declaró: "Aceptar el
Concilio no es problema para nosotros. Hay un criterio de discernimiento. Y
este criterio es lo que fue siempre enseñado y creído: la Tradición"
(entrevista al jornal suizo La Liberté, 11/5/2001).
Sobre como aplicar al Concilio ese
criterio de interpretación, a la luz de la Sagrada Tradición, explicó bien el
famoso escritor católico francés Jean Madiran (Itinéraires, noviembre de 1966,
pag. 13): "Recibimos las decisiones del Concilio en conformidad con las
decisiones de los Concilios anteriores. Si tales o tales textos aparecen, como
puede acontecer con toda palabra humana, susceptibles de varias
interpretaciones, pensamos que la interpretación justa está fijada precisamente
por los enseñanzas de los Concilios precedentes y en conformidad con ellos y
con el conjunto de la enseñanza del Magisterio... Se fuese preciso - como
algunos osan sugerir - interpretar las decisiones del Concilio en un sentido
contrario a las enseñanzas anteriores de la Iglesia, entonces no tendríamos
ningún motivo de recibir esas decisiones y nadie tendría el poder de
imponérnoslas. Por definición, la enseñanza de un Concilio se coloca en el
contexto y en la continuidad viva de todos los Concilios. Aquellos que
quisiesen presentarnos la enseñanza del Concilio fuera de ese contexto y en
ruptura con esa continuidad, estarían presentándonos una pura invención de su
espíritu, sin ninguna autoridad".
Es así, con ese criterio, que reconocemos
y aceptamos el Concilio Vaticano II.
36) ¿Pero
ustedes conservarán la Misa Tradicional?
Es obvio. Fue por eso que luchamos
durante tantos años y por eso sufrimos tanto. Y ahora, gracias a Dios, el Santo
Padre nos concede el derecho de conservar oficialmente en nuestra
Administración Apostólica la Santa Misa tradicional, codificada por San Pío V,
todos los sacramentos, toda la Liturgia y la disciplina tradicional.
37) ¿Por qué
ustedes conservan la Misa tradicional?
Todos conocen sobradamente las razones
doctrinarias de nuestro apego a la Misa Tradicional y nuestras reservas en
cuanto a la Misa nueva, reservas que son las mismas que hizo Mons. Antonio de
Castro Mayer en respetuosa y filial carta al Papa Pablo VI, y que son
compartidas por muchas personalidades de la Iglesia actual, inclusive
Cardenales de la Curia Romana.
Así conservamos, con las bendiciones del
Santo Padre el Papa, la Misa Tridentina porque es una auténtica riqueza de la
Santa Iglesia Católica, una Liturgia que santificó muchas almas, Misa a la que
los Santos asistieron, Misa que, por expresar de modo nítido y sin ambigüedades
los dogmas eucarísticos, se constituye en una auténtica profesión de Fe,
símbolo de nuestra identidad católica, un verdadero patrimonio teológico y
espiritual de la Iglesia que es preciso conservarse.
Como bien dice el Cardenal Darío
Castrillón Hoyos, prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero: "El
rito antiguo de la Misa sirve precisamente a muchas personas para mantener vivo
este sentido del misterio. El rito sagrado, con el sentido del misterio, nos
ayuda a penetrar con nuestros sentidos en el recinto del misterio de Dios. La
nobleza de un rito que acompaña a la Iglesia durante tantos años justifica bien
el hecho de que un grupo escogido de fieles mantenga la apreciación de este
rito, y la Iglesia, por la voz del Soberano Pontífice, lo comprendió así,
cuando pide que haya puertas abiertas a su celebración... Celebramos un bello
rito, rito que fue de muchos santos, una bella Misa, que llenó los arcos de
muchas catedrales y que hace resonar sus acentos de misterio en las pequeñas
capillas del mundo entero..." (trechos de la homilía durante la Misa de
San Pío V celebrada por él en Chartres, en 4 de junio de 2001).
Lo
mismo dice, respecto de la Misa tradicional, el Papa Juan Pablo II,
proponiéndola como modelo de reverencia y humildad para todos los celebrantes
del mundo: "El Pueblo de Dios tiene necesidad de ver en los padres y en
los diáconos un comportamiento lleno de reverencia y de dignidad, capaz de
ayudarlo a penetrar las cosas invisibles, mismo con pocas palabras y
explicaciones. En el Misal Romano, dicho de San Pío V, ... encontramos
bellísimas oraciones con las cuales el Padre expresa el más profundo sentido de
humildad y de reverencia delante de los santos misterios: revelan la substancia
misma de toda la Liturgia" (Juan Pablo II, mensaje a la Asamblea Plenaria
de la S. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,
sobre el tema "Profundizar la vida litúrgica en el pueblo de Dios",
en 21/9/2001).
38) ¿Pero
ustedes reconocieron la validez de la Misa moderna?
No hubo ninguna novedad en esa
declaración, pues siempre reconocemos eso. Dijimos en nuestra declaración que
reconocemos a validez del Novus Ordo Missae, promulgado por el Papa Pablo VI,
siempre que sea celebrado correctamente y con la intención de ofrecer el
verdadero Sacrificio de la Santa Misa.
Además esa era
la enseñanza de Mons. Antonio de Castro Mayer y también de Mons. Marcel
Lefebvre, que, en su declaración doctrinal del acuerdo, por él revisada y
firmada, declaró: "Declaramos, además de eso, reconocer la validez del
Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer
lo que hace la Iglesia y según los ritos indicados en las ediciones típicas del
Misal Romano y de los Rituales de los Sacramentos promulgados por los Papas
Pablo VI y Juan Pablo II" (Fideliter, le dossier complet).
¿Por qué hicimos la reserva "siempre
que sea celebrado correctamente y con la intención de ofrecer el verdadero
Sacrificio de la Santa Misa"?
Porque, si el Padre celebra la Misa con
la intención de hacer apenas una refección comunitaria o una simple reunión con
la narración de la Cena del Señor, sin la intención de ofrecer el verdadero
Sacrificio de la Misa, es claro que la validez de esa Misa quedará afectada.
Y, además de eso, son de se lamentar las
Misas, mismo válidas, en las cuales "la Liturgia fue violada", como
dice el Papa Juan Pablo II (discurso en el Congreso de las Misiones,
6/2/1981), o en las cuales la "Liturgia degenera en un 'show',
donde se intenta mostrar una religión atractiva con la ayuda de
tonterías a la moda... con éxitos momentáneos en el grupo de los fabricantes
litúrgicos", como critica el
Cardenal Ratzinger (Introducción al libro La Réforme Liturgique, de Mons. Klaus
Gamber, pag. 6). Y, además, como dice el Cardenal Eduardo Gagnon, presidente
del pontifico Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales, "no
se puede entretanto ignorar que la reforma (litúrgica) dio origen a muchos
abusos y condujo en cierta medida a la desaparición del respeto debido a lo
sagrado. Ese hecho debe ser infelizmente admitido y disculpa buen número de
esas personas que se apartaron de nuestra Iglesia o de su antigua comunidad
parroquial" (...) ("Integrismo y conservatismo" - Entrevista con
el Cardenal Gagnon, "Offerten Zitung - Römisches", nov.diez. 1993,
p.35).
39) Pero ustedes
pidieron perdón al Papa. ¿En qué sentido?
Tener humildad y pedir perdón de los
posibles errores u ofensas son actitudes eminentemente cristianas. Son sólo los
orgullosos y soberbios, quienes piensan siempre estar ciertos, no admiten
siquiera la posibilidad de sus errores.
San Pío X comentaba que en el calor de la
batalla es difícil medir la precisión y el alcance de los golpes. De ahí
suceden faltas o excesos, disculpables y comprensibles, pero incorrectos.
Por eso, en nuestra carta al Papa,
escribimos: "Y si, por acaso, en el calor de la batalla en defensa de la
verdad católica, cometimos algún error o causamos algún disgusto a Vuestra
Santidad, aunque nuestra intención haya sido siempre la de servir a la Santa
Iglesia, humildemente suplicamos su paternal perdón".
Aunque estuviésemos convencidos de que
nuestra causa era legítima y santa, como no somos infalibles, podemos haber
errado y también cometido excesos en el modo de hablar o escribir, cierto
espíritu de crítica o faltas a la caridad fraterna y a la veneración y respeto
debidos a los superiores, cierto modo de hablar o actuar en discordancia con
los principios que defendemos.
Es de eso que pedimos perdón, por
nosotros y por todos los fieles
asistidos por nosotros.
Es claro que no precisamos pedir perdón
por nuestra posición católica doctrinaria y litúrgica, que vino a ser
reconocida por el Santo Padre, el Papa.
40) ¿Pero
ustedes van a continuar combatiendo los errores como siempre hicieron?
La concesión del Santo Padre el Papa,
dándonos la Administración Apostólica Personal, no significa que la crisis de
la Iglesia haya acabado y que nuestro empeño en defensa de los valores
tradicionales se va a detener.
Fue así que escribimos al Papa: "Y
en nombre de nuestra Fe católica apostólica romana nos hemos esforzado por
guardar la Sagrada Tradición doctrinaria y litúrgica que la Santa Iglesia nos
legó y, en la medida de nuestras flacas fuerzas y amparados por la gracia de
Dios, resistir a lo que su predecesor de egregia memoria, el Papa Pablo VI,
llamó de 'autodemolición de la Iglesia', esperando de ese modo estar prestando
el mejor servicio a Vuestra Santidad y a la Santa Iglesia".
Y ahora, siendo canónicamente
reconocidos, nos ofrecemos al Papa para, oficialmente, colaborar con él en el
combate a los errores y herejías, que infelizmente existen hasta en el seno de
la Iglesia.
Fue lo que dijimos al Papa en la misma
carta: "Queremos, oficialmente, colaborar con Vuestra Santidad en la
propagación de la Fe y de la doctrina Católica, en el celo por la honra de la
Santa Iglesia - 'Signum levatum in nationes' - y en el combate a los errores y
herejías que intentan destruir la Barca de Pedro, inútilmente porque 'las
puertas del infierno no prevalecerán contra Ella' ".
Y el Santo Padre, bondadosamente, acogió
nuestra oferta: "Tomamos nota, con vivo regocijo pastoral, de vuestro
propósito de colaborar con la Sede de Pedro en la propagación de la Fe y de la
doctrina Católica, en el celo por la honra de la Santa Iglesia - que se yergue
como 'Signum in nationes' (Is 11,12) - y en el combate a los que intentan
destruir la Barca de Pedro, inútilmente porque 'las puertas del infierno no
prevalecerán contra Ella' (Mt 16,18)".
Por eso, finalizamos nuestra declaración,
diciendo: "Nos empeñamos en profundizar todas las cuestiones aún abiertas,
teniendo en consideración el canon 212 del Código de derecho Canónico".
Ese canon reconoce el derecho e inclusive
a veces el deber de expresar la opinión, hasta de manera pública dentro de la
Iglesia. La citación de ese canon significa que no nos comprometemos a ningún
silencio cómplice delante de errores.
Por esa razón, deseando ser fieles al
Magisterio de la Iglesia, con la gracia de Dios, continuaremos combatiendo los
errores que la Santa Iglesia siempre condenó y combatió.
41) ¿Ustedes van
a continuar atacando los mismos errores que atacaron antes?
Sí. Condenamos todos los errores que la
Iglesia siempre condenó en su Magisterio perenne. Así, por ejemplo, condenamos
y combatiremos:
-
las herejías cristólógicas, que niegan la divinidad de Cristo, que
distinguen el Cristo histórico del Cristo de la Fe, que predican un Cristo
revolucionario, etc
-
las herejías eclesiológicas, que niegan que la Iglesia católica sea la
única religión verdadera, que predican el ecumenismo irenista e igualitario con
relación a las religiones, el ecumenismo de unión en cambio del ecumenismo de
caridad y de retorno, el relativismo y el sincretismo religioso, o
pan-cristianismo, la protestantización de la Iglesia, a visión meramente humana de la Iglesia, el
modernismo, la colegialidad democrática, etc.
-
las herejías litúrgicas como la negación de la presencia real de Cristo
en la Eucaristía, la transformación de la Misa en una simple cena, la negación
o el encubrimiento del carácter sacrificial y propiciatorio de la Santa Misa,
la confusión entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los
fieles, la desacralización de la sagrada Liturgia, la falta de veneración,
adoración y modestia en los trajes en el culto divino, la mundanización de la
Iglesia, etc.
-
los errores filosóficos, como el relativismo de la verdad, el
agnosticismo, el subjetivismo, el gnosticismo, el inmanentismo, etc.
-
los errores morales, como el liberalismo, que predica la libertad moral
con relación a la religión y la equiparación de los derechos de la verdad y del
error, el subjetivismo moral, la moral de situación, la inmoralidad de los
vestidos, etc.
-
los errores en la espiritualidad, como el sentimentalismo exacerbado, el
misticismo heterodoxo, el aparicionismo, la superficialidad en la doctrina, la
mundanización del clero, etc.
-
los errores sociológicos, como el laicismo del Estado, la negación de la
realeza social de Cristo, la teología de la liberación, el igualitarismo, el
"marxismo cristiano", etc.
-
en fin, todo lo que constituya "humo de Satanás en el Templo de
Dios", la "autodemolición de la Iglesia", lamentada por el Papa
Pablo VI.
Y a esos errores resistimos siempre,
vengan de donde vinieren. La doctrina de la resistencia continua la misma:
"Si un ángel del cielo, o uno de nosotros mismos, os enseñare un Evangelio
diferente de aquel que os predicamos, sea anatema" (San Pablo a los
Gálatas 1,8).
Se ve, por lo tanto, que nuestra posición
doctrinaria fue y continúa siendo la misma que siempre sustentamos.
42) ¿Pero
ustedes van a cambiar el modo de atacar los errores?
Es preciso siempre ajustar la práctica
con los principios que defendemos. Si reconocemos a las autoridades de la
Iglesia es preciso respetarlas como tales, sin jamás, al atacar los errores,
desprestigiarlas. Si hubo algún error en el pasado cuanto a eso, no hace nada
de más en corregir el error. Los principios, la adhesión a las verdades de
nuestra Fe y el rechazo de los errores condenados por la Iglesia continúan
igual.
Pero es preciso evitar las
generalizaciones, ampliaciones y atribuciones indebidas e injustas. La justicia
y la caridad, mismo en el combate, son imprescindibles. Si hubo alguna falla
también en ese punto, corregirse no es ningún desdoro. Al final, errar es
humano, corregirse es cristiano y perseverar en el error es diabólico.
Nuestro combate, por tanto, será siempre
según las normas del respeto, de la humildad y de la caridad, conforme dijimos
al final de nuestra declaración: "con un sincero espíritu de humildad y de
caridad fraterna para con todos. In principiis unitas, in dubiis libertas, in
omnibus charitas – En los principios unidad, en las cosas libres libertad, en
todo caridad (San Agustín).
43) ¿Pero y el
encuentro de Asís del 24 de enero de 2002?
No sólo hablamos a nuestro pueblo, en los
sermones y catecismos, contra el sincretismo y el relativismo religioso, como
colocamos en nuestro site en Internet la doctrina católica sobre el asunto. De
modo que nuestros fieles quedaron bien esclarecidos y el mundo todo quedó
sabiendo nuestra posición sobre el ecumenismo, que es la del Magisterio de la
Iglesia.
Porque sucede que se considera lo
siguiente: San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, en la
10a Regla para sentir con la Iglesia,
enseña que debemos estar más prontos para alabar las directrices y
comportamiento de nuestros superiores de que para criticarlos. Y que, mismo
cuando no son buenas, hablar contra ellos, en público o en conversaciones,
originaría más críticas y escándalo que provecho. Desprestigiaría la autoridad.
Puede ser útil hablar a las personas que pueden remediar el mal.
Así Mons. Antonio de Castro Mayer, en
carta, advertía a Mons. Marcel Lefebvre: "Ataque los errores pero no a la
persona del Papa".
Es lo que escribía Santa Catalina de
Sena: "Es loco aquel que se aparta o va contra ese Vicario, que tiene las
llaves de la Sangre de Cristo Crucificado. Aún que fuese un demonio encarnado,
yo no debo levantar la cabeza contra él, sino siempre humillarme, pedir la
sangre por misericordia. Y no admiréis que el demonio os pondrá y os haya
puesto delante el color de la virtud, esto es, una justicia de querer actuar contra
los malos pastores por sus errores. No creáis al demonio, no queráis hacer
justicia sobre aquello que no os dice al respecto. Dios no quiere que vos, ni
nadie, os hagáis justicieros de sus ministros. El lo confió a sí mismo, y eso
mismo confió a su Vicario; y si el Vicario no lo hiciese, humildemente
deberíamos esperar la punición y corrección del Sumo Juez, Dios
Eterno"(Epistolario, vol I, Carta n. 28 -
citada por el Cardenal Castrillón en carta a Mons. Fellay, de 5/4/2002).
Así, Mons. Fellay, en entrevista a la
revista "30 DÍAS", dice: "No queremos que la autoridad de la
Iglesia sea aún más disminuida. Ya fue lo bastante: ahora llega..."
Además de eso, hace reflexionar sobre lo
que dice la Sagrada Escritura: "Todo tiene su tiempo... tiempo de callarse
y tiempo de hablar" ( Ecle 3, 1 e 7).
Por ejemplo, Jesús vivió en el tiempo en
que la esclavitud era común en la sociedad. La esclavitud es un mal. E Jesús no
habló ni una vez siquiera contra la esclavitud. Eso provocaría una disolución
social. Mas Jesús colocó las bases, - las virtudes cristianas de la justicia,
humildad y caridad, - que, con la penetración del cristianismo en la sociedad,
hicieron abolir la esclavitud. A veces es preciso esperar el momento oportuno.
Es preciso observar las circunstancias y la capacidad de recepción de la
crítica. Y a veces el combate positivo es más fructuoso que el negativo.
Así la Fraternidad San Pío X, al
conseguir usar las Basílicas Romanas en el Jubileo del año 2000, no aprovechó
los micrófonos para hablar contra los errores actuales de la llamada Roma
modernista. Y los padres de la Fraternidad, organizadores del jubileo, pidieron
a los sacerdotes que fuesen hablar en las Basílicas, que bajasen el tono y no
hablasen duramente contra las autoridades. Y Mons. Fellay, al pasar por las
Puertas Santas, no protestó por el hecho de haberlas abierto el Papa acompañado
de representantes de otras religiones. Y lo mismo Mons. Fellay, al hablar por
micrófonos de las Basílicas, usó de un tono bien moderado y no criticó a la "Iglesia
Conciliar", a pesar de ser allí una oportunidad única. Lo mismo aconteció
cuando celebró la Misa en la Basílica de Santa María Mayor. sólo las personas
de mal espíritu imaginarían que él falló en la profesión de Fe al proceder así.
"Todo tiene su tiempo".
44) Pero ustedes
hicieron concesiones.
Eso es falso. No hicimos ni hacemos
ninguna concesión doctrinaria. Puede haber alguna tolerancia, debido a las
circunstancias, dentro de las normas de la prudencia cristiana, en vista de un
bien mayor. Y esto está perfectamente de acuerdo con la doctrina Católica.
Lo interesante es que juzgan que lo que
nosotros hacemos es errado y es concesión, aunque haya sido lo mismo que ellos
hacen.
Por ejemplo, Mons. Marcel Lefebvre
declaró que aceptaba el Concilio Vaticano II interpretado según la Tradición;
pidió al Papa dejarlo hacer la experiencia de la Tradición, en medio de las
muchas experiencias que se hacen hoy en día; declaró aceptar la doctrina
contenida en el n. 25 de la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio
Vaticano II sobre el Magisterio del Papa y de los Obispos y la adhesión que le
es debida, mismo en las declaraciones no infalibles; declaró que, sobre ciertos
puntos enseñados por el Concilio Vaticano II, de la reforma litúrgica o del
Derecho, que le parecían difícilmente conciliables con la Tradición, se
comprometía a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la
Santa Sede, evitando toda polémica; declaró reconocer la validez de la Misa y
de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia
y siguiendo los nuevos ritos (Novus Ordo Missae y nuevo ritual de los
Sacramentos); prometió respetar la disciplina común de la Iglesia y sus leyes,
especialmente el nuevo Código de derecho Canónico, promulgado por el Papa Juan
Pablo II; elogió, como siendo un primer paso, las Misas del indulto.
Mons. Fellay visita a los Cardenales de
la Curia Romana; la Fraternidad visitó las Basílicas romanas en el jubileo; los
padres de la Fraternidad de Francia pidieron al Cardenal de París que les
indicase una Iglesia para ganar el jubileo del 2000, y allí fueron recibidos
por el párroco progresista que les dirigió palabras de recepción y allí
rezaron; en la peregrinación a Lourdes consiguieron autorización para rezar en
la basílica (¡progresista!), y contaron eso como gran victoria, un milagro del
año Santo; Mons. Fellay declaró que aceptar el Concilio Vaticano II no es
problema porque tenemos la Tradición como criterio.
¡¿Por qué todo eso es óptimo y
perfectamente ortodoxo, si es hecho por nosotros?!
¡Pero si los padres de Campos hacen
cualquier cosa semejante, ahí es concesión al progresismo, están cediendo, ya
no son más los mismos, son “raliés”, etc!!!??? ¿Dos pesos y dos medidas?!
Vale recordar la enseñanza del Evangelio:
"...Maestro, ... le prohibimos, porque no anda con nosotros. Jesús
respondió: no lo prohibáis, pues quien no está contra vosotros, está a vuestro
favor" (Lc 9,49-50).
Comentario: "El Señor previne a los
Discípulos, y después de ellos a todos los cristianos, contra el exclusivismo y
el espíritu de partido único en la tarea apostólica, que se expresa en el falso
refrán: "El bien, si no lo hago yo, ya no es bien". Por el contrario,
debemos asimilar esta enseñanza de Cristo, porque el bien es bien, aunque que
no lo haga yo" (Biblia Sagrada, ediciones Theologica Braga). (cf Phil 1,
15-18).
Esa es la apertura de visión que tenía
Mons. Marcel Lefebvre, al ver ventaja para la Iglesia hasta en las "Misas
del indulto", las cuales fueron concedidas, según él, bajo condiciones
inaceptables: "Pero ese primer gesto - recemos para que haya otros de esa
especie - quita la sospecha indebidamente lanzada sobre la Misa y libera las
conciencias de los católicos perplejos que dudaban aún en asistir a ella"
(Mons. Marcel Lefebvre - Carta abierta a los católicos perplejos, XX).
Mons. Antonio de Castro Mayer también nos
previno contra el espíritu sectario exclusivista: "La secta es
exclusivista: sus miembros fueron los escogidos, ellos saben que pocos son los
escogidos, y esos pocos son ellos... son los depositarios de la verdad. Sin
ellos no hay salvación" (Monitor Campista 13/4/1983 e 22/12/1985).
Así también Mons. Bernard Fellay, en
conferencia dada en Campos en noviembre de 2000, contó a nuestros fieles, con
alegría, que la Misa tradicional es celebrada en cerca de cien diócesis de los
Estados Unidos. "Misas del Indulto", en su gran mayoría, promovidas
por otros grupos tradicionales diferentes de la Fraternidad San Pío X.
También Mons. Lefebvre, en carta a los
padres del Distrito de Francia, decía: "Me parece que debemos ir sobre
todo allá dónde se nos llama y no dar la impresión de que tenemos una
jurisdicción universal, ni una jurisdicción sobre un país o una región. Sería
basar nuestro apostolado sobre una base falsa e ilusoria. Por eso, igualmente,
si otros sacerdotes satisfacen normalmente a las necesidades de los fieles, no
tenemos por qué inmiscuirnos en su apostolado, sino alegrarnos de que haya
otros sacerdotes católicos que se levantan para salvar las almas"
(27/4/1987).
45) ¡Pero
estábamos tan bien, antes, en la situación de separación!
En cuanto al aspecto doctrinario de esa
objeción ya respondimos antes. Realmente si fuésemos a mirar el lado humano y
natural de la situación, era más cómoda la posición anterior de separación y
aislamiento: estar libres, no tener que dar satisfacción a las autoridades
constituidas, actuar donde bien entendiésemos, no tener que enfrentar a los
progresistas en la lucha cuerpo a cuerpo, etc. El cisma también traería esas
ventajas: que lo digan todos los herejes y cismáticos. ¿Pero esa es, realmente,
la mejor posición delante de Dios y de la Iglesia?
En cuanto al aspecto del apostolado y de
la caridad, bien responde el Padre Alvaro Calderón, profesor del Seminario de
la Reja, en Argentina, uno de los grandes teólogos de la Fraternidad San Pío X,
comentando el lema de Mons. Marcel Lefebvre "et nos credidimus
caritati" - " creímos en la caridad":
"Seamos herederos de su caridad...
Los miembros de la Fraternidad fácilmente podríamos ser tentados a conformarnos
con lo que tenemos. ¿Para qué más, si estamos bien? Conservamos nuestros pocos
fieles... Yo saldría corriendo se alguien viniese a ofrecerme la parroquia de
La Reja... Pero tengamos cuidado de no esconder el denario que nos fue dado sin
dejarlo fructificar, porque nos será quitado. Sí, hoy lo digo especialmente por
los contactos que tuvo la Fraternidad con Roma. ¡Claro que asustan! Nosotros
estamos bien, ¿para qué queremos más?! Pero no es por nosotros, es por tantos
prójimos a los cuales no podemos olvidar sin traicionar el impulso de caridad
que Dios colocó en el corazón de nuestro fundador" (Padre Alvaro Calderón,
Fraternidad San Pío X, sermón del día 25 de marzo de 2001).
46) Pero
dicen que esa Administración Apostólica, fruto del entendimiento, es
provisoria.
Así responde el Cardenal Mons. Darío
Castrillón Hoyos en carta a Mons. Fellay de 5 de abril de 2002, por lo tanto es
la palabra oficial de Roma: "... la Administración Apostólica personal de
Campos, que no es una solución transitoria sino que es dada establemente: de
esta estabilidad y de esta voluntad no se puede dudar de manera alguna ".
47) ¿Y el
futuro?
A Dios pertenece. "Dios
providebit", Dios proveerá. Las puertas del infierno no prevalecerán
contra la Iglesia. Debemos siempre confiar en Nuestro Señor.
Y los que hacen esa pregunta no deberían
también preguntarse: ¿Y nuestro futuro? ¿Será que vamos perseverar en la
doctrina de la Iglesia? ¿Será que estaremos siempre con la legítima Tradición
de la Santa Iglesia? "Quien está de pié, vigile que no caiga", nos
advierte San Pablo, Despuéstol.
Agradecemos las oraciones, los incentivos
por nuestra perseverancia y las advertencias de tener cuidado. Pero dispensamos
las previsiones siniestras basadas en el pesimismo y en juicios temerarios basados
en un espíritu anti-romano.
48) ¿Pero y
la escogencia del nuevo obispo para la Administración Apostólica? ¿Ustedes no
debían haber exigido que fuese solamente de la Unión Sacerdotal?
Tenemos la solemne promesa del Papa en la
carta autógrafa "Ecclesiae unitas", prometiendo a Mons. Licínio
Rangel un sucesor, promesa que cumplió nombrando obispo al Padre Fernando Arêas
Rifan.
Como fue creada la Administración
Apostólica para los fieles de Rito Tridentino y de orientación tradicional, es
lógico que el obispo será escogido en la Administración Apostólica.
Y además no podemos limitar el poder del
Papa en este punto.
Es lo que enseña Papa Pío IX: "En
cuanto a nuestro derecho de escoger una persona fuera de los tres candidatos
propuestos, no creemos deber pasar en silencio... este derecho y este deber
pertenecen en toda su integridad a la Cátedra de San Pedro. En efecto, los
derechos y privilegios concedidos a esta Cátedra por el propio Jesucristo
pueden ser atacados, pero no le serán jamás retirados y no está en el poder de
un hombre renunciar a un derecho divino..." (Enc. Quartus supra, del
6/1/1873).
¡A los que se alegran con nosotros,
nuestros agradecimientos!
¡A los que discordan de nosotros, nuestra
comprensión!
¡A los que nos atacan, nuestro perdón!
¡A todos, nuestro pedido de oración por
nuestra perseverancia!
"¡Del ataque a la verdad conocida,
líbranos, Señor!
¡De la envidia de la gracia fraterna,
líbranos, Señor!
¡De todas las herejías y errores,
líbranos, Señor!"
(Letanías
del Divino Espíritu Santo).
"Bajo vuestro amparo, nos refugiamos,
Santa Madre de Dios,
no despreciéis nuestras súplicas en
nuestras necesidades,
mas líbranos siempre de todos los
peligros,
Virgen gloriosa y bendita!"
The google translation into English is not working. I have tried two different browsers. :)
ResponderExcluirMuito interessante, hoje, após 15 anos desse acordo, podemos ver claramente como estavam equivocados, e foram engolidos pela roma modernista.
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